“En el siglo XVIII ya se tenía plena conciencia de que el universo estaba formado por galaxias, una idea perfectamente definida por Kant en 1755 cuando, en una obra en la que dio a conocer sus principales ideas cosmológicas, realizó una descripción del universo en términos galácticos muy precisos”, afirmó la historiadora del arte Lucía Ayala en la Fundación Cañada Blanch. Durante su conferencia “Sobre la pluralidad de los mundos. Las imágenes del nuevo Cosmos”, realizó un análisis a través de la historia de cómo ha ido evolucionando en la ciencia occidental el estudio de la estructura del universo a gran escala desde el Siglo XVII hasta la actualidad.

La intervención de Lucía Ayala (Almería, 1980), -doctora en Historia del Arte por la Universidad Humboldt de Berlín, especializada en astronomía y astrofísica, y actual diputada en el Parlamento de Andalucía- cerró el noveno ciclo “ConecTalks” de conferencias de divulgación científica que dirige Vicent Martínez, catedrático de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València. El ciclo, en el que colabora el Institut de Ciències Físico-naturals de la Institució Alfons el Magnànim, forma parte del programa de actividades de la Cátedra de Divulgación de la Ciencia establecida entre la Fundación Cañada Blanch y la Universitat.

Las conexiones entre el arte y la ciencia

Partiendo del análisis de materiales visuales y, en concreto, de imágenes del universo, la investigadora andaluza dio a conocer cómo se ha ido construyendo el discurso sobre la estructura del cosmos, y planteó las conexiones entre arte y ciencia y, en concreto, cómo el arte ha aportado a lo largo de la historia ingredientes que han hecho avanzar a la ciencia o la han enriquecido. “En el caso de la astronomía es más obvio -resaltó- porque es una ciencia muy visual. Ahora los astrónomos disponen de ordenadores y programas que manejan ellos mismos pero, hasta el Siglo XX, eran artistas profesionales, tuvieran o no conocimientos científicos, los que realizaban los grabados que ilustraban los libros científicos”.

Lucía Ayala expuso cómo evolucionó la idea del universo desde el hito que supuso Copérnico (1473-1543) hasta llegar al Siglo XX. Partiendo del sistema solar, que conformaba todo el cosmos según entendía el astrónomo prusiano, poco a poco fueron cambiando los conceptos y se fue dando forma a un universo más complejo en cuanto a estructura y tamaño y, por supuesto, a las leyes físicas que lo acompañan, conformándose así la idea de los sistemas pregalácticos. En este sentido, se refirió a lo que en su momento se llamó la “pluralidad de los mundos”, un concepto que se identificó con los sistemas planetarios. Finalmente, el estudio de estos sistemas pregalácticos condujo a la idea de la existencia de las galaxias.

Sobre el momento en el que se inicia la idea de galaxia, Lucía Ayala matizó que el “Gran Debate” (the Great Debate) que se produjo a principios del Siglo XX entre astrónomos de EE UU dio a entender erróneamente esa época como la del inicio de la historia, obviándose los avances de los siglos anteriores, como si todo cristalizara en el XX. “Una visión que olvida que desde el Siglo XVII hubo una evolución en la idea y el entendimiento del universo, también acompañada por la mejora de los telescopios y los avances de la ciencia en general, por supuesto, hasta entender que hay otros sistemas solares y cómo desde ahí llegamos a la idea de que formamos parte de una galaxia y que además existen otras en el Universo”, resaltó la investigadora andaluza, para añadir que “todo eso ya se dijo en el Siglo XVIII, aunque no fue hasta el XX cuando se produjo la evidencia científica que cerró la hipótesis y la convirtió en hechos”.

La gran aportación de Descartes a la cosmología

En ese sentido, rescató el pensamiento de algunos autores como el francés Descartes (1596-1650), de quien reivindicó su aportación a la cosmología, olvidada o malinterpretada durante siglos, así como la necesidad de rescatar el pensamiento cartesiano para entender la evolución del estudio del universo. La idea de la pluralidad de los mundos cristaliza, según indicó, “por una tradición directa de Descartes a través de algunos autores franceses, como Fontenelle (1657-1757), que popularizó la idea de los mundos pregalácticos como sistemas planetarios posiblemente habitados, al entender que eran mundos como el nuestro”.

“Esa deriva del mundo cartesiano supone un universo posiblemente infinito -señaló Ayala- formado por muchos sistemas solares con una estrella en el centro, planetas y satélites orbitando a su alrededor, mundos que posiblemente estarían habitados”. Esta idea básica del concepto del universo entendido como pluralidad de mundos “fue una idea muy popular en su época: los libros que se publicaron sobre el tema en el Siglo XVIII se convirtieron en auténticos “bestsellers”, se popularizaron en las tertulias y los Salones de París, se tradujeron los textos que llegaban de Francia a numerosos idiomas como el polaco, el ruso y, por supuesto, el inglés y el italiano”, detalló.

El debate sobre la pluralidad de los mundos llegó a España cuando estaba más que superado en Europa. “Nos perdimos un siglo de tradición por las reticencias del catolicismo español -afirmó la historiadora del arte- porque la idea de la existencia de otros mundos habitados chocaba directamente con Adán y Eva y la Biblia.”

La estructura y la evolución del universo

Sobre la concepción occidental del universo, Lucía Ayala señaló la estructura y la evolución del cosmos como los dos elementos fundamentales que se consolidaron ya desde el Siglo XVII, algo que para la cosmología actual podría parecer obvio pero que no lo es, ya que hay épocas de la historia en la que la estructura del universo se consideraba inmutable, fija y sin cambios. Por tanto, “el introducir la idea de que el universo es dinámico, así como las leyes físicas que explican esta evolución, -aseveró- no es un hecho baladí”.

Al abordar la estructura del universo, destacó que se parte del cosmos propuesto por Copérnico basado en nuestro sistema solar con el Sol en el centro, para pasar a concebirse que todas las estrellas que vemos en el cielo nocturno pueden ser soles, es decir, el centro de un sistema planetario. Una idea que significa reconocer que el universo es tremendamente más complejo y más grande de lo que hasta Copérnico se había dicho.

“Desde la Antigüedad ha estado presente el debate -dijo- de si el universo es infinito o no, pero en cualquier caso ya se empieza a tener conciencia después de Copérnico de que, al igual que nuestro sistema solar tiene el Sol en el centro, todas las estrellas del firmamento son soles, es decir, el centro en torno al cual orbitan planetas y satélites, e incluso se habla de la posibilidad de habitantes en planetas más allá de la Tierra”. “Esto no era ciencia ficción -añadió- sino pura ciencia y puro debate científico que se desarrolló sobre todo en el siglo XVIII”.

Grandes pasos en la concepción del cosmos

Tras la conciencia de la existencia de sistemas solares diferentes al nuestro empezó a entenderse que puede haber estructuras más complejas. De esta forma se entendió que la Vía Láctea es una evidencia palpable de que pertenecemos a una estructura superior compuesta por muchos sistemas solares, comenzándose así a percibirse lo que supone la Vía Láctea como galaxia. “Esto ahora nos parece muy obvio -explicó Ayala- pero supuso un paso grandísimo en la concepción del universo, paso que no era para nada obvio y, además, incluso ahora sorprende que se llegara a ciertas conclusiones con los medios de que se disponían en aquella época”.

Con este gran salto de escala, “la unidad básica que constituye el puzle del universo dejó de ser el sistema solar para pasar a concebirse en términos galácticos”, es decir, “ya se tiene conciencia de la galaxia como sistema constitutivo del universo”. A partir de ahí y en paralelo, “la existencia de otras galaxias también surge de forma natural, con lo que en el siglo XVIII ya se tiene una idea del universo bastante certera con respecto a lo que después se corroboró”.

Tras los avances del Siglo XVIII, en el XIX se vive un periodo intenso en la investigación de las nebulosas, muchas de las cuales sabemos hoy que son efectivamente galaxias, produciéndose un proceso intenso de investigación que llevó ya en el XX a constatarse que Andrómeda era efectivamente una galaxia fuera de la Vía Láctea, con lo que se puso fin a esta hipótesis al constatarse como un hecho. No será hasta la década de los años setenta del siglo pasado cuando se produce el siguiente paso, el siguiente gran salto de escala, al definirse la estructura del universo como la red cósmica.