Chiquinquirá tiene 13 años. Llegó de Venezuela con 11, en octubre de 2015. Su familia se instaló en Alicante y la niña empezó en el colegio sin ningún problema. Ya jugaba al baloncesto en Venezuela, en la selección del Estado Bolívar, fronterizo con Brasil y Guyana. El club de Baloncesto Femenino San Blas la acogió de inmediato. Entrena regularmente desde entonces. Acude a todos los partidos. Celebra las victorias. Pero no puede jugar partidos oficiales porque no tiene ficha.

Lenin, su padre, era gerente regional de Mercantil Banco. Vivían bien. Habían visitado España en más de una ocasión. Una vez hicieron un viaje de un mes por toda Europa. Alicante les resultó atractivo. Tenían algún amigo y todos sus conocidos les habían recibido bien.

«Cuando descubrimos el club los entrenadores y el presidente ni nos preguntaron», recuerda Lenin, «ni el señor Lorenzo ni el señor Luis nos pidieron nada, que juegue la niña, dijeron».

«Llevamos la documentación al cabo de unos días, nuestros pasaportes pues, porque entramos en España como turistas», explica Lenin. «Yo tenía un buen trabajo y era muy discreto en la empresa. Mi mujer siempre estuvo inmersa en política, no escondía sus opiniones, era activa en redes sociales. Y sufrió dos intentos de secuestro. Luego hubo un robo en una de mis oficinas. Sentí que me hacía algún tipo de seguimiento. Y nos vinimos para España».

Al llegar a Alicante se empadronaron, escolarizaron a sus dos hijas y vincularon a la mayor con el equipo de San Blas. «El club se portó muy bien, fueron muy cálidos, un abrigo...». Lenin interrumpe su relato. Respira hondo. Vuelve a respirar. « Chiqui va al colegio, pero sus amigas son las del basket. Ella entrena completo, pero no puede jugar. Cuando sale se reúne con ellas. El club es una gran familia. No entiendo, en la etapa de formación, que no pueda jugar cuando estudia normal en el colegio».

«Es indignante»

La perplejidad de Lenin coincide con la indignación de Luis Valls, el presidente del club. «Le gusta el baloncesto y es muy constante. Llegan a España huyendo de un secuestro y a la niña se la da escolarización y sanidad, pero no puede practicar un deporte». Valls ha acudido desde el delegado de la federación de baloncesto hasta el subdelegado del Gobierno. «Todo son buenas palabras, pero la burocracia arruina el resto. Estamos en un bucle del que no podemos salir. La niña le pone todo el interés. No queremos dejarla de lado. Es indignante que no pueda jugar al baloncesto».

El Consejo Superior de Deportes establece que el único requisito legal para que un menor extranjero pueda tener la ficha de una federación deportiva es que sus padres dispongan de NIE, tengan residencia legal en España.

Lenin tiene una segunda entrevista mañana con un abogado de la Cruz Roja que intenta tramitar una demanda de asilo político. Acudirá a la cita la familia completa. Han recibido documentos desde Venezuela que acreditan los intentos de secuestro.

Pero Valls recuerda que, cuando consigan papeles, la Federación de Baloncesto les exigirá «el transfer internacional», la transferencia de la menor de parte del club en el que jugaba en Venezuela. Lo mismo que exige la federación de Fútbol a los menores extranjeros que ya pertenecían a un club en sus respectivos países de origen. «Un nuevo gasto», lamenta Valls. Más burocracia.