Desde un paquete de brevas hasta peluches, zapatillas de viaje, pollos, una muñeca «pelona», dos bonsáis, una parrilla de acero anticancerígena, una brújula, un martillo, ropa deportiva, sombreros de paja, camisetas, altavoces inalámbricos, linternas ecológicas, una encíclica papal y hasta una ristra de ajos. Los regalos que recibe el Consell son de lo más variados. La capacidad de agradecer está muy relacionada con enviar presentes y por ello, el president de la Generalitat, Ximo Puig, los consellers del Botànic y los altos cargos reciben obsequios casi a diario. Unos llegan directamente a sus despachos, y muchos otros los reciben en mano en cualquiera de las visitas, recepciones, conferencias, actos o reuniones que figuran en unas agendas de trabajo sin huecos ni descansos.

Atrás quedaron los tiempos donde nadie sabía qué regalaban, a quién, por cuánto y con la intención de qué. Todos y cada uno de los obsequios recibidos aparecen en el portal de Transparencia, con la fecha, la entidad que hace el obsequio, el destinatario del mismo y el destino final del regalo. Los detalles «improcedentes» pasaron a la historia para dejar paso a regalos de todo tipo en señal de agradecimiento y donde la medalla de oro se la llevan los libros y las publicaciones; la de plata, las botellas de vino y alimentos de lo más variado; y la de bronce, los detalles promocionales (pin, cartera, bolígrafo, llavero...), ya sea de empresas privadas, instituciones públicas o asociaciones con o sin ánimo de lucro.

«Los regalos son nominativos así que el receptor de los mismos decide qué hacer: si se los lleva a casa, si los deja en la conselleria de turno, si los reparte entre los empleados, si los destina a las cocinas del Palau de la Generalitat, si lucirán en su despacho o si lo dona a una entidad benéfica. El mensaje ha quedado claro y ya no hay regalos improcedentes», explica el conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, que destaca entre los presentes que más ilusión le ha hecho «un martillo de una ONG finlandesa que simboliza la lucha y defensa de la libertad de expresión».

Ni diez vidas solo para leer

Diez vidas deberían pasar para leer todas las publicaciones que reciben los altos cargos. La mayoría de sus regalos son libros y publicaciones que, o bien se quedan en la conselleria de turno para consultas (al ser material de trabajo) o bien pasan a formar parte de la biblioteca del Palau. Algunos, los más singulares, forman parte de las colecciones privadas de los altos cargos y decoran las estanterías de sus despachos o de sus domicilios. El president de la Generalitat, Ximo Puig, por ejemplo, ha registrado 497 regalos desde el 2 de julio de 2015. De ellos, más de la mitad son libros y publicaciones varias (261 en total). Puig regresa a diario con múltiples presentes tras cumplir con su agenda de trabajo. Pero ¿qué hace el president con sombreros de paja, bastones, pins con el escudo del municipio Y, camisetas con el lema X o merchandising de empresas y entidades? Su gabinete afirma que le president «es muy agradecido y se queda con todo lo que le regalan porque sería de mal gusto hacer lo contrario». Donde guarda el sinfín de objetos es una incógnita.

La segunda con más regalos es Mónica Oltra (304 obsequios de los que 137 son libros), aunque el regalo estrella de la vicepresidenta del Consell son las camisetas. Las tiene de todos los gustos y colores, con lemas de lo más variopintos. Suma más de 20 camisetas desde que accedió al Consell y las expone en su despacho, en los respaldos de las sillas y sillones del mobiliario. Sin embargo, sus «preferidos» son aquellos que no cuestan dinero, pero son muy simbólicos: las manualidades que le hacen desde centros ocupacionales, de día, de menores... Ahora bien,la vicepresidenta también ha recibido el regalo más extraño de todo el equipo de gobierno: una ristra de ajos. Unos funcionarios la colocaron en el dintel de su puerta.

Hay regalos curiosos que se repiten en distintas consellerías. Como unas zapatillas de viaje (regalo de Anecoop) o una muñeca de los «Pelones solidarios» de Juegaterapia, entidad que trabaja para hacer más llevadera la estancia de niños con cáncer en los hospitales. El regalo procede de Balearia (fue por Navidad del año pasado, este ha regalado el libro «Cien años de Soledad», de Gabriel García Márquez) y la consellera de Vivienda, Obras Públicas y Vertebración del Territorio, Maria José Salvador, lo recalca como uno de los que más ilusión le ha hecho. «El que más gracia me ha causado este año ha sido el que me ha enviado el Ministerio de Fomento. Es un mapa oficial de carreteras de España y me servirá para seguir identificando aquellas infraestructuras viarias que necesitan mejoras y todas las que están pendientes de ejecución», afirma Salvador. El primer regalo que registró la consellera fue una Encíclica Papal, gentileza del arzobispado.

Al conseller de Educación, Vicent Marzà, le llueven dos tipos de regalos: los libros y los maillots ciclistas ya que es bien conocida su afición por este deporte. «Estoy muy agradecido de los maillots, aunque me gustaría practicar más deporte del que la agenda me permite y coger más la bici», asegura.

El conseller de Economía, Rafael Climent, sí ha notado un cambio en la filosofía de los regalos que ahora recibe. «Ya no se gratifica por los servicios, sino que los regalos van más en la línea de que cada empresa o institución promociona sus trabajos», explica. Este año, entre los presentes ha recibido una manta que donará a una entidad benéfica. No es el único. Son muchos los regalos del Consell que acaban en manos de los más necesitados en una sinergia de dar y recibir que se puede consultar en el portal de Transparencia.