Con la entrada del nuevo año, se agota el tiempo y llegan las prisas de última hora por conseguir el mejor regalo de Reyes. Un día estrechamente ligado al consumo y al deseo por agasajar a quien más se quiere. Sin embargo, según Ismael Quintanilla, experto en psicología social, más del 20 % de los presentes que recibimos en las fiestas navideñas acaba de vuelta en la tienda.

En estas fechas cualquiera puede convertirse en lo que él denomina un «homo consumator», un individuo que compra todo lo que ve. Es por ello que este experto en consumo aconseja no volverse loco con estos días. Frenar, hacer una pausa, comprobar el dinero del que se dispone, estructurarlo y estudiar de qué manera puede repartirse entre todos aquellos a quiénes pretendemos obsequiar es el primero de los pasos a seguir.

Quintanilla destaca, además, lo importante que es llegar a un acuerdo con padres, hijos, sobrinos, abuelos y tíos para establecer un tope máximo de gasto. «Nos encontramos en un punto de la historia en la que compramos por el deseo hipnótico de imitar al otro y no quedarnos fuera del juego consumista», advierte, por lo que recomienda poner un freno previo y evitar así que un gasto excesivo por parte de alguno de los miembros de la familia desencadene un mayor consumo en el resto.

En cualquier caso, lo mejor, añade, es regalar una experiencia: une lazos y mejora vínculos entre personas, ya que comúnmente suele ser para dos. Un par de entradas para el cine o el teatro, un concierto, un viaje... O simplemente algo de senderismo que, además, abarataría los costes: «Lo más bello para regalar en nuestra tierra sería, sin duda, subir al Montgó y contemplar desde lo alto el amanecer, sin un coste superior al gasto en gasolina que tuvimos que hacer para llegar al lugar», asevera.

El precio no es lo importante

Y es que Quintanilla considera que aún permanece muy arraigado el falso mito de que precio es sinónimo de calidad: «según la clase social, continúa habiendo una tendencia a preferir los productos con mayores precios con el fin de satisfacer en mayor medida el deseo del agasajado».

Sin embargo, este es un pensamiento que se encuentra únicamente en la cabeza del que compra. «El que recibe el regalo le da igual si lo que tiene entre las manos ha costado 10 o 20 euros», asegura. De hecho, una de las tradiciones en estas fechas sigue siendo tapar el precio de la etiqueta del artículo regalado.

Asimismo, indica que, aunque se suele decir que «la cara de alegría del otro es nuestro propio regalo», no hay que intentar autorrealizarse con ello. Esto solo provocará que, en el caso de que el agasajado no esté conforme con alguno de los regalos, el comprador sienta una gran tristeza después de haber hecho frente a un gasto que, además, no ha tenido el resultado que se esperaba.

De cualquier modo, para acertar en con el mejor regalo, Quintanilla aconseja dejar de sobrevalorar el factor sorpresa. Así, según el experto y aunque parezca la solución fácil, lo mejor es seguir la lista de deseos de la otra persona y evitar, así, problemas futuros.