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Ludopatía

El 11 % de los jóvenes entre 14 y 19 años apuesta por internet

El primer estudio sobre juego patológico en menores revela que el 54 % reconoce haber jugado alguna vez en plataformas digitales

El fácil acceso a las apuestas digitales pone en peligro a numerosos jóvenes. F. Bustamante

La tecnología avanza día a día. Nuevas invenciones, ideas o proyectos salen adelante continuamente en búsqueda de mejorar el entorno en el que desarrolla su vida el ser humano. Estas innovaciones han avanzado en la cura de enfermedades o en el aumento de la calidad de vida. Sin embargo, la tecnología también ha provocado la evolución y fortalecimiento de un enemigo oculto, uno que pocas personas reconocen tener, pero que cada vez afecta a personas más jóvenes. Este no es otro que la adicción al juego.

Y es que el colectivo joven -entre los que también se encuentran cada vez con más frecuencia los menores de edad- es el que más se ha visto influenciado por esta nueva tecnología aplicada al juego. Como muestra el primer estudio sobre juego patológico realizado entre los jóvenes de 14 y 19 años de la Comunitat Valenciana, casi el 11 % de los menores han hecho de algunas apuestas "online" una rutina, mientras que el 54 % de los jóvenes con menos de 18 años afirma jugar alguna vez. No obstante, ¿cómo puede este colectivo acceder a una actividad que tiene prohibida por ley?

Según Carlos y Enrique, exjugadores y responsables de los tres centros valencianos de la asociación Jugadores Anónimos, «las apuestas online son hoy en día las reinas» y están «por todos lados». Por este motivo, los accesos que tienen los menores para jugar son diversos. «Pueden coger la documentación de sus padres y apostar o jugar a las máquinas en los casinos. Nosotros hemos visto como muchas veces no hay personas que vigilen quién entra a jugar, por ejemplo, a la ruleta», destaca Enrique.

Del mismo modo, ambos exjugadores destacan que la promoción que se está haciendo del juego a través de plataformas digitales está convirtiendo a España «en un país de ludópatas». «El problema es que el juego ha evolucionado y se puede jugar en cualquier lugar y momento», resalta Carlos.

Un ejemplo de este nuevo paradigma es el que se ha trasladado en la actualidad a los bares, donde la tradicional máquina ‘tragaperras’ ha sido sustituida en muchos casos por las dedicada a las apuestas deportivas, un género «que atrae más a los jóvenes que muchas veces no tienen problemas para entrar y jugar a éstas», analizan ambos miembros de Jugadores Anónimos. Cuando un paciente recibe el alta en un hospital, deja atrás todo aquello relacionado con la enfermedad vivida.

Una lucha que nunca termina

Sin embargo, en el caso del juego patológico, esta opción de recluir en el pasado todo lo sufrido no es posible, ya que para ambos responsables esta enfermedad «se puede detener, pero no curar. Muchos se creen que en dos o tres meses ya lo han parado y se marchan, pero vuelven a caer. Esta lucha se hace día a día, nunca termina».

En esta batalla continua es donde ambos miembros de la asociación enfatizan el papel que desarrolla Jugadores Anónimos. «Vivimos de nuestras propias experiencias, el único requisito para poder asistir a nuestras reuniones es de tener voluntad de dejar de jugar», manifiesta Enrique.

Este es el primer paso de un programa que cuenta con otros once, donde el reconocimiento de los errores cometidos y la voluntad de enmendarlos resultan pilares fundamentales. El último de ellos, resalta Carlos, es «transmitir el mensaje para que llegue a otros jugadores compulsivos, porque nuestro mayor problema es que no se puede parar una vez que se empieza».

Saber cuántas personas están afectadas por la ludopatía en la Comunitat Valenciana «es muy difícil», ya que al no haber una cura definitiva «existe una rotación de gente que viene, piensa que se recupera y luego recae». Pese a ello, los responsables apuntan que este número de personas que tienen algún problema con el juego estaría «entre el 40 % y el 60 %».

«Muchos no creen que tienen un problema hasta que cogen dinero o roban para jugar, que ahí es cuando lo detecta la familia. Si no aceptan que tienen un problema no vienen y suelen ser las familias las que suelen traerlos», expresa Enrique. Además, como recuerda Carlos, lo peor del esta enfermedad patológica no es solo «que te arruine, sino la ‘mochila’ que deja detrás». «Deudas, roturas en la familia, pérdidas de trabajo... todo crece porque en lo único piensas en todo momento es en jugar».

En esta línea, además de las reuniones individuales orientadas a la detección y detención de este problema social, hoy en día también existen terapias para las familias. Estas tienen como principal objetivo enseñar a los otros miembros de la unidad a convivir con un jugador adicto e ir recuperando poco a poco el grupo familiar en caso de que este se haya perdido.

Asimismo, como ambos responsables puntualizan, la adicción al juego no se corresponde con un perfil cultural, económico o social determinado, sino que no «entiende de condiciones ni de estratos sociales», ya que cualquier persona puede verse afectado por esta adicción. «Aquí solo se habla de juego y qué no hacer para volver a jugar», manifiesta Enrique. Como con todas las adicciones, hay salida. Una de ellas puede estar en el teléfono de Jugadores Anónimos: 625769840.

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