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Igualdad

A martillazos contra el techo de cristal

Solo el 4,6 % de hombres están dados de alta en la seguridad social como empleados del hogar - En la construcción, el 7 % son mujeres pero no están en la obra sino en la oficina

Silvia Puchades, en el taller donde guarda sus herramientas de fontanera y Daniel Pérez lleva seis años como empleado de limpieza de una empresa. Fotos: Vicent.M. Pastor y Fernando Bustamante.

Adrián tiene 23 años y ganas de trabajar. Sin embargo, forma parte de una generación donde la crisis ha hecho estragos a la hora de encontrar un empleo estable que le permita emanciparse y disfrutar su vida independiente.

No es un «nini» ni tiene intención de serlo. Se apunta a todas las ofertas de empleo que ve. A aquellas que están relacionadas con sus estudios (grado medio en electrónica y grado superior en mantenimiento electrónico) y a las que nada tienen que ver con su formación. Siguiendo su «modus operandi» vio una oferta de empleo en una empresa de limpieza y mandó el currículo. La respuesta de la responsable de personal le dejó helado: «para limpiar buscamos chicas».

«Sé limpiar y soy un chico joven, pero trabajador. Si me propongo algo lo consigo. Me siento discriminado. No se debe ver si un puesto de trabajo es para chicos o para chicas. Se tiene que ver si la persona que opta a la plaza es válida para desempeñar la función y yo puedo barrer, fregar, pasar la mopa, limpiar los baños... y ser un empleado de limpieza eficaz. Pero ni la oportunidad me dieron», explica indignado.

La responsable de personal de esta empresa se defiende de las acusaciones con una máxima del sector servicios: el cliente manda. «Yo no tengo nada en contra del chaval y puede que sea una persona más que válida para el puesto, pero a nosotros nos piden mujeres para limpiar. El puesto era para una casa particular y mis clientes quieren mujeres y no hombres. Es triste pero es así y yo me tengo que adaptar a sus demandas. Por ejemplo, ¿Para limpiar cristales? Hombres. Pero para limpiar una casa, mujeres. Sé que si envío a un hombre a limpiar una casa o a cuidar de unos niños me lo mandarán de vuelta y se enfadarán por hacerles perder el tiempo. No sería la primera vez. Recuerdo una ocasión en la que mandé a una mujer pintora y no la dejaron ni empezar la faena. El problema es social pero yo tengo una empresa y no me puedo arriesgar a perder clientes en pro de la igualdad», asegura la responsable de la empresa de multiservicios.

El cliente manda, pero en el acceso a un puesto de trabajo «cualquier discriminación es ilegal». Así lo asegura la responsable de la secretaria de Igualdad e Institucional de Comisiones Obreras, Cloti Iborra, quien reconoce esta práctica en una sociedad «heteropatriarcal» que se traslada «a todos los ámbitos de la vida y también al laboral donde siguen existiendo prejuicios, mitos y concepciones de la vida que distinguen puestos de trabajo para hombres y para mujeres. Por eso hay sectores feminizados y masculinizados».

«En el sector agrícola, por ejemplo, los recolectores son hombres y las encajonadoras mujeres. ¿Un hombre no puede meter las naranjas en las cajas? Pues claro que sí», recalca.

El caso de Adrián no es, pues, una excepción, aunque sí lo es que la discriminación se materialice en un hombre y no en una mujer «a la que ya no le sorprende (pero sí le indigna) que le pregunten en una entrevista de trabajo si piensa tener hijos pronto o si tiene pareja estable, habida cuenta de que está en edad fértil».

Y es que sobre el papel se apuesta por una «realidad formal que no es la real», apunta Cloti Iborra. La clave, según la responsable de Igualdad de CC OO, es que «en pleno siglo XXI aún seguimos hablando de la primera mujer que hace X o la primera mujer que ocupa un puesto Y. Eso significa que seguimos avanzando, pero nos queda aún demasiado por hacer», afirma. Así, a pasos lentos, la sociedad avanza y, como si se tratara de encontrar una aguja en un pajar, los hombres en profesionales feminizadas existen y mujeres en «trabajos de hombre», también. Y es que como dicen en Galicia de las meigas, haberlas hailas.

A Daniel Pérez, de 34 años, le podría haber pasado lo mismo que a Adrián, pero le dieron la oportunidad y miraron más allá de si era hombre o mujer para desempeñar labores de limpieza en el aeropuerto de Manises. Tenía 17 años.

Hoy, con 34, se sigue ganando la vida como limpiador tras pasar por varias empresas y desempeñar también otros trabajos.

«Llevo limpiando 6 años y hago mi trabajo lo mejor que sé. Mis compañeras son mujeres en su gran mayoría y creo que no importa si eres hombre mujer para limpiar», explica. Sobre si le da o no vergüenza su trabajo o si ha tenido algún altercado por ganarse la vida en un sector feminizado responde con rapidez. «¿Vergüenza de qué? Vergüenza tendría si robara, pero vergüenza por trabajar... jamás», asegura este padre de familia que, como el cien por cien de sus compañeras de profesión limpia fuera y dentro de casa. «En mi casa cocino, limpio y me encargo de todo al 50% . ¡Faltaría más! Las labores del hogar y cuidado de hijos deben ser compartidas», aconseja.

La feminización o masculinización de los sectores laborales se reflejan en cifras. Según un estudio de CC OO solo el 4,6% de hombres de la Comunitat Valenciana están dados de alta en la Seguridad Social como empleados del hogar.

En el sector de la construcción, sin embargo, solo el 7% de los puestos de trabajo están ocupados por mujeres que, eso sí, realizan trabajos en la administración. Al parecer, ellos realizan el oficio y ellas se encargan del papeleo.

Silvia, sin embargo, forma parte de ese 7% de mujeres que trabajan en el sector de la construcción y desempeña un oficio. Es fontanera. Y se siente orgullosa de serlo, de haberse consolidado en un mundo masculinizado y de que no le falten clientes. Aprendió el oficio con 24 años, en un taller de empleo tras la crisis del 1992. Hoy tiene 47 años y se denomina una «superviviente» que ha podido hacer carrera gracias al «boca a boca».

«Mis clientes no se sorprenden cuando llega una mujer porque saben que han llamado a una fontanera. Pero al resto sí les llama la atención», asegura. Y afirma que en un sector tan masculinizado como el de la construcción, cualquier mujer puede trabajar aunque será si se da de alta en régimen de autónomos, porque encontrar a una gran empresa que contrate a una fontanera... eso ya son palabras mayores.

«Conozco mujeres en el sector pero se cuentan de una en una. Una electricista, una carpintera... una en cada oficio», asegura entre risas. Eso sí, la conciliación familiar es un imposible para quienes intentan derribar el techo de cristal.

Desde la Federación Empresarial Metalúrgica Valenciana (Femeval) afirman que en un sector tremendamente masculinizado las mujeres se abren paso, principalmente, porque la formación es libre y porque la inspección de trabajo vigila con cuidado las ofertas de empleo para evitar discriminación alguna.

«En los últimos 25 años se ha avanzado en igualdad gracias a las nuevas tecnologías y formas de producción. Prácticamente cualquier trabajo en los grupos del convenio colectivo puede ser realizado de la misma manera por hombres y mujeres. En la medida en que las empresas requieren más especialización la mujer tiene más oportunidades de incorporación. En el mercado de trabajo hay un 50 % de mujeres. Discriminarlas es una torpeza», explica el Secretario General de Femeval, Alejandro Soliveres, quien destaca la importancia de que «cada vez sean más mujeres las que controlan los departamentos de recursos humanos de las empresas».

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