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Educadores

Los invisibles de la escuela

Las familias de niños con necesidades especiales exigen que se cubran «con urgencia» las vacantes de educadores que impiden una atención adecuada para sus hijos - El colectivo de 1.065 educadores denuncia un «maltrato» que se perpetúa en el tiempo

Los invisibles de la escuela

Se encargan de los más vulnerables de la sociedad, de los más frágiles e indefensos: los alumnos de educación especial. Esos niños para los que hay mil planes de integración e inclusión sobre el papel. Esos niños sobre los que tanto se habla para que tengan las mismas oportunidades que el resto de sus compañeros, que cualquier otro menor de la Comunitat Valenciana en edad escolar.

Esos niños que padecen una discapacidad física, una movilidad reducida, una discapacidad psíquica... niños con autismo o trastornos en el lenguaje. Esos niños a los que les «cuesta» comunicarse, que no se quejan, que no le «cotorrean» a su padres lo que pasa en el colegio, de puertas para dentro.

Para que un menor con necesidades especiales pueda asistir a la escuela, ya sea integradora o específica, necesita ayuda. Cada niño de educación especial necesita una cosa y el educador es el encargado de darle una atención adecuada y personalizada. En casa se encarga su familia. Ellos sí están al 300 %. Con ellos no les falta de nada. Pero en el colegio la cosa cambia.

El sistema de integración para los niños con necesidades especiales hace agua y la atención es «indigna», según los propios educadores, los encargados de que eso no sea así. Lo reconocen porque saben que no es su culpa. Porque ellos solo tienen dos manos, dos ojos y un cuerpo. No pueden estar en cinco partes distintas del colegio. No pueden acompañar a un niño en silla de ruedas a otra aula si están ayudando a otro menor con sus tareas; no saben cambiar a un alumno un pañal mientras le dan de comer a otro.

Porque no deben atender a nadie en el comedor, pero lo hacen. Como hacen tantas otras cosas que no están incluidas en sus tareas. Porque sino lo hacen ellos, los menores se quedarían sin comer. Bastante es que más de uno se pase más tiempo del que nadie desearía con el pañal sin cambiar, con pipi o caca por todas partes.

El problema no es un secreto: faltan educadores en los colegios. En los centros ordinarios con aulas y proyectos de inclusión y en los centros de educación especial.

Pero ¿no hay educadores en la Comunitat Valenciana? Sí, 1.065. ¿Y bolsa de empleo? También. ¿Entonces? Padres y madres de alumnos con necesidades especiales, sindicatos, la plataforma de educadores y las dos consellerias implicadas (Educación y Función Pública) analizan en Levante-EMV cuál es el problema para una solución que no aborda.

Si el sistema falla los que salen perdiendo son los niños. Pero estos son niños que no se comunican como sus iguales. Difícil, pues, que le cuenten a sus padres si han estado una hora con el pañal sin cambiar porque era la hora de comedor y el educador estaba ocupado; o si se pasó 45 minutos esperando a que alguien le condujera hasta el gimnasio.

Los padres y madres se enteran de lo que pasa de puerta para adentro de la escuela ante evidencias que claman al cielo. Como el caso de Leo, cuya madre ha incendiado las redes sociales con un relato sobre cómo encontró a su hijo en un colegio de València hace dos semanas.

Autista y cubierto de caca

«Mi hijo tiene 5 años y autismo. Me llaman desde el colegio, porque faltan educadores, y Leo está ahora en proceso de controlar los esfínteres. Tardé media hora en llegar y lo encontré en el patio, descalzo y manchado. De heces, mierda, caca. La ropa, las manos, la boca. Le puse las zapatillas y lo llevé al aula CyL, vacía en ese momento. Eran las dos de la tarde y estábamos en horario de comedor. La semana anterior fue con orina. Ya está bien», explica la madre, indignada.

Recalca que la suya no es una crítica a la única educadora que hay en el centro. No critica su trabajo, de hecho le agradece el «tremendo esfuerzo» que hace para suplir con sus dos únicas manos, el trabajo que debería hace con otra educadora que no llega. Esa vacante existe desde principio de curso. Ese es el problema. Y se repite de forma sistemática en la mayoría de centros con niños con necesidades especiales.

Porque «sin educadores no hay inclusión». Eso es lo que llevan años reclamando el colectivo de educadores. La Administración, sin embargo, mira hacia otro lado.

La familia de Aithor puso encima de la mesa el problema de la falta de educadores en la Comunitat Valenciana. Pero ni el de Leo ni el de Aithor son casos puntuales. El pequeño Aithor se sintió «culpable» cuando vio que sus padres se indignaban porque desde el colegio le habían dicho que no podía asistir porque la única educadora que había (faltaba y falta una plaza por cubrir) se había puesto enferma.

«La culpa es mía porque soy diferente», les dijo a sus padres. «La falta de educadores lo único que hace es recalcarle al niño su su discapacidad, su diferencia. Vaya inclusión ésta. Si hay una excursión pero no puede ir ningún educador porque no tiene compañero con el que turnarse... pues ale, los ´distintos´ no van. Me chirría, me indigna y me arde por dentro. Esto ni es inclusión, ni es integración ni es nada».

El problema pues, está localizado: las plazas de educadores no se cubren. Pasan meses hasta que eso ocurre. Y los educadores «cambian» bastante. Sus condiciones laborales son «tan precarias» que hay quien se deja el trabajo con una mano delante y otra detrás -como una educadora anónima que escribe un caso personal en el blog Un amigo o tres, en un post titulado Educación Especial- quien renuncia a plazas en localidades a muchos kilómetros o mal comunicadas y quien está esperando que le salga la más mínima oportunidad laboral para presentar su dimisión. No pueden más.

De hecho, el pasado año estuvieron varios meses de huelga. Los educadores han protagonizado manifestaciones, protestas... El Consell les ha pedido «paciencia» ante un problema «heredado» de la etapa anterior que, sin embargo, no tiene visos de solucionarse. Resolver la problemática de los educadores no está en la agenda política. Invisibles para la Administración trabajan con los invisibles de la escuela o, al menos, con los que no se quejan.

Sin embargo, para saber por qué no se cubren las vacantes de educadores y si la precariedad en la que trabajan se eternizará hasta no se sabe cuándo, no hay que preguntar a la conselleria de Educación (que parece lo lógico, teniendo en cuenta que el problema se centra en los colegios), ni a la de Inclusión (ya que hablamos de integración).

La responsabilidad recae en la conselleria de Función Pública que, sin embargo, está dispuesta a pasar el testigo de los educadores. Pero no hay nadie para recogerlo. «La dirección del colegio impulsa la petición de la vacante, que entra en las direcciones territoriales de Educación, que se envía a los servicios centrales de Educación que envía a Función Pública la petición.

Desde aquí se traslada a Hacienda para que den el visto bueno desde Presupuestos. Y luego, Función Pública cuña el expediente y mismo camino de vuelta», explican desde Función Pública. El proceso es el mismo desde hace 20 años.

Empleados «en tierra de nadie y maltratados»

Los educadores no son tratados como docentes, aunque trabajen en un colegio. Al estar «en tierra de nadie», entre dos conselleria (Educación y Función Pública) se pusieron en huelga al sentirse «maltratados».

«Hay un negocio con las empresas de comedor, que deben aportar los monitores pero lo hacen de forma insuficiente así que nos obligan a cubrir este trabajo, además de hacernos pagar, incluso el menú, según la provincia en la que trabajes», afirman desde el colectivo. A la sobrecarga de trabajo por las vacantes sin cubrir se suman «sueldos míseros -exigen la recalificación de la categoría profesional a grupo B-, jornadas ´maratonianas´ que se exceden del horario a diario y unas funciones que no están definidas», afirman los sindicatos. m. ros valència

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