El día gris envuelve el gris de la calle del Palau. Me detengo ante el portalón de una antigua casona; la galería de arte del Palau. Surge el recuerdo y la pérdida? La pérdida de Trinidad Hernández: Trini, ese sencillo nombre por todos conocida, evoca una mujer de apariencia frágil, elegante? Uno de sus mejores amigos, Pepe Mejías, que siempre le ha acompañado en momentos difíciles, le recuerda cuando le conoció: «Era, dice con admiración, Lauren Bacall».

Fue una de esas mujeres educadas para seguir al marido, educar a los hijos y llevar la antorcha del hogar? Le conocí en 1980, en la inauguración de la Galería, entonces llamada Lucas con la magnífica exposición de Pablo Serrano? Siguieron muchas exposiciones más y Trini, ávida del conocimiento que siempre la había obsesionado, se adentró en el mundo del arte. Estalló su vida y dijo ¡basta! A la vida de señora de? Enterró su pasado y no se rindió, ni se detuvo. Cogió las riendas de la Galería del Palau enfrentándose al nuevo y arriesgado destino sin perder sus delicados modales, abierta a toda manifestación de arte contemporáneo. Empezó con las performances y poesías visuales del conocido performer Bartolomé Ferrando con su música electrónica. Apoyó a artistas jóvenes, exponentes de una expresión personal y fresca. Y? surgió un grupo de un nivel tanto nacional como internacional.

Recordándola? Me viene a la cabeza, un trozo del precioso poema de Juan Ramón Jiménez que le define; su hija, Caterina, lo leyó en el adiós; «Rosa de los caminos interiores/ brisa de secretos corredores, / lumbre de la recóndita ladera.

A su hija Trini le había confesado: «esto es mi vida», su vida y su pasión generosa.

He abierto el portal cerrado y le he visto arriba tras los cristales... sus artistas estaban allí en la despedida, con lágrimas calladas y emociones silenciosas. Tuvo la sabiduría de crear unión sin rivalidades, tan presentes en el ser humano. Supe que el mejor homenaje que hoy le podía hacer era pasearme entre las obras de sus artistas, su última exposición.

Miro el equilibrio geométrico de la composición, una alegoría formal del cromatismo de Hans Dieter Zingrass.

La fuerza de las esculturas de Marti Rom, me sobrecoge, la variedad de los materiales y su procedimiento me llevan a una recuperación del olvido de una cotidianidad lejana.

La explosión de la frágil figura de Fuencisla Francés que proyecta en el lienzo de fondos blancos evoca el quieto silencio en el que estoy sumergida. Mariola Brines exterioriza su mundo con poéticos collages.

El contacto directo con la materia primigenia de la tierra y el misterio de su trasformación, Carmen Sánchez, asombra ante la fuerza de su cerámica de piezas contundentes de gran firmeza y belleza.

Blanco y negro, tonos grises y el juego de los papeles que flotan sobre ellos remiten a Francisca Revert, a esencias orientales.

La obsesión de Pascual Gómez por los quadres, constituyen una antigua evocación de infancia mediterránea donde los suelos de las casas estaban revestidos de cerámica variada de forma y color.

La composición geométrica de Fernando Barrue, arrastra la pintura hacia diferentes materiales, estableciendo efectos de maquetas cartográficas que suscita rastros de una extraña civilización.

Pablo Noguera, buceador del arte, donde el movimiento de búsqueda surge de la gravedad más profunda. Su inquietud le lleva hacia la experimentación de materiales y colores.

El mediterráneo y su cultura forman parte de Joan Paton. Las tonalidades cromáticas se sitúan dentro del concepto espacio/tiempo. Los colores planos y sinuosos transportan a su universo personal.

Trini, siguiendo sus impulsos artísticos invitó Supi Hsu, taiwanesa, que se incorporó al grupo con sus obras minimalistas de profunda sobriedad que se adentran en el mundo de la reflexión.

Trini fue de esas feministas sin bandera, que luchó por reivindicar su ser. Amó a sus hijos y nietos, amó el arte, amó al ser humano, amó la vida. En ese canto que sus hijas e hijos le dedicaron, María Dolores Pradera dice así: «Magnolia que se ha escapado de la alameda?»