El Consell volverá a tener oficina en Madrid a partir de mañana. La reapertura se produce seis años después de su cierre por decisión del gobierno de Alberto Fabra en plena etapa de recortes ante la obligación de reducir el déficit. Claro que la delegación vuelve a tener actividad en condiciones muy distintas a las de 2012.

La primera diferencia es que la Generalitat solo cuenta con una parte del inmueble en la calle Españoleto: la planta baja, ya que el primer piso está alquilado a una entidad privada. Una de las razones para volver a la actividad ha sido precisamente la dificultad de arrendar el espacio, que permanecía cerrado almacenando polvo. Hubo un intento de venta de todas las dependencias, que no prosperó.

La sede reabre, además, sin personal de la Generalitat (llegó a contar con media decena de empleados), aunque el objetivo es que a medio plazo, cuando se atenúen las restricciones del Gobierno central a la creación de plazas públicas, pueda haber algún funcionario. Por ahora, como solución temporal, el Consell se apoyará en la Fundación Conexus. Gracias a un acuerdo con este lobby que preside Manuel Broseta, la entidad contará con un espacio para uso propio. A cambio, personal de la fundación se ocupará de coordinar el uso del resto de salas. El objetivo del ejecutivo del Botànic es que puedan utilizarlas tanto conselleries como empresas y colectivos valencianos para actividades en la capital. El criterio es que es mejor tener el local abierto con un coste mínimo que cerrado. El delegado del Consell para las Relaciones Externas, Joan Calabuig, califica la operación como de «austeridad extrema»: incluso se ha devuelto mobiliario que estaba en almacenes.