Justamente en estos días, preparando un acto para conmemorar los cien años de Marcelino, nos sorprende la noticia de que nos has dejado. El homenaje ya no será lo mismo. Nos conocemos de muy poco. Hemos conversado alguna vez, como cuando con motivo del doctorado Honoris Causa, otorgado por la Universidad Politécnica de Valencia a dos grandes sindicalistas, Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, compartimos con un grupo de compañeras y compañeros vuestra estancia entre nosotros.

Nos conocemos porque en mi despacho hay una reproducción de «El abrazo» de Genovés en el que apareces de espaldas corriendo a encontrarte con él, con él. Como aquella vez en la que recibiste el aviso: «¿Te puedo ver el domingo por la mañana, que tengo que hablar contigo?» con el que comenzó una historia que duró hasta su muerte, el 21 de octubre de 2010. «Nunca he estado ni delante ni detrás; no he sido más valiente ni menos valiente. La misma lucha y las mismas ideas son las que nos unen», dijiste de la vida a su lado.

Recuerdo tu sonrisa pícara contando anécdotas desmitificadoras, ahora que tanto nos hace falta para que conmemoraciones y aniversarios no nos alejen del sentido de nuestra historia. Y de eso, en tu recuerdo, quiero hablar.

Casi reproduciendo otra poesía, esta de Bertold Brecht, aquella en que hacía preguntas a la historia, «quién hizo, quién construyó?» y sabiendo que estamos en plena reivindicación de los trabajos reproductivos, invisibles, pero que dan soporte a todo lo que en nuestra cultura heteropatriarcal cuenta, ¿acaso tú no hiciste nada? ¿No hiciste nada acompañando a aquel prófugo en Argelia, recién llegado de Marruecos, huido del largo brazo de los agentes franquistas recién acabada la guerra?

¿No hiciste nada en vuestro regreso a España, tratando de anudar el hilo de la continuidad democrática, con aquella República de trabajadores de todas clases que quedaba atrás? ¿No hiciste nada en el día a día, acompañando a un hombre entregado a una causa de libertad? ¿No hiciste nada sobrecargándote de tareas de cuidado, de suplencia, compartiendo los mismos ideales? ¿En la crianza de los hijos? ¿En la amistad con la gente que luchaba? ¿Movilizando a las mujeres de los presos, manteniendo su esperanza y su dignidad?

¿No hiciste nada contra la desesperanza en aquellos tiempos de vergüenza y de silencio, por la reconciliación, por la amnistía? Él hizo un memorable discurso sobre la amnistía, ¿pero no nacía la autoridad de sus palabras de nada compartido y motivado en lo que tú le habías mostrado y enseñado? ¿Quién tejió el jersey de punto que se convirtió en icono del austero militante Marcelino Camacho?

Desde que falsificaste tu libro de familia para añadirte un año, porque hasta los 14 no era legal trabajar. Desde que comenzaste en aquella fábrica de mermeladas en Argelia, en el turno de 6 a 15 horas, con el calor espantoso que desprendían los hornos. Desde entonces, no has parado de trabajar.