No ha sido premeditado, pero el nuevo logotipo de la Generalitat tiene su primera aplicación práctica en Madrid. En la sede del Consell, que reabre tras seis años de cierre.

Es una reapertura parcial: una de las dos plantas que el ejecutivo adquirió en una casa noble en la calle del Españoleto en tiempos de Eduardo Zaplana está alquilada. Es una reapertura con el apoyo de la iniciativa privada, porque quien se ocupará de la coordinación del local «en una primera fase» es la Fundación Conexus, que también se hará cargo de los gastos de mantenimiento.

De momento, la Generalitat no tiene capacidad de poner personal. Por eso es una reapertura «modesta», como ayer remarcaron todos los que tomaron la voz en el acto oficial de apertura de puertas. Tan austera que los muebles se han recuperado de los almacenes de la Administración pública.

La delegación reabre con un mensaje reivindicativo y poco complaciente. El presidente de la Generalitat dedicó su discurso al completo a denunciar la infrafinanciación valenciana. «No es victimismo, es un análisis realista», dijo Ximo Puig, quien dejó claro la filosofía de la llegada a Madrid: «No vamos a ser sumisos», remarcó, porque no están en juego datos fríos, sino que la «postergación» en el reparto de recursos «afecta a la vida de las personas».

E insistió en la exigencia de una solución para la deuda, el punto central en este momento del debate de la financiación. Calificó de «fundamental» que haya una compensación por el dinero que no han recibido los valencianos del sistema de financiación para hacer frente a los servicios básicos: más de 20.000 millones desde el año 2000, recordó.

Acusó al Gobierno central de enfocar el problema al revés. Y también dejó un recado (sin citarlo explícitamente) para el presidente gallego, el popular Alberto Núñez Feijóo: «No nos van a dar lecciones quienes han estado mejor financiados».

No todo fue reclamar. Puig también puso en valor los buenos datos económicos de la C. Valenciana, su crecimiento por encima de la media a pesar, entre otras cosas, de que la inversión actual en infraestructuras es inferior a la de la época de Joan Lerma.

Esa tarea pedagógica sobre un territorio que «no es el Levante feliz» es una de las funciones que el Consell espera de la delegación (embajada es un término que no gusta), porque la C. Valenciana «no se conoce como nos gustaría». Puig describió la sede valenciana como «el germen de un aterrizaje importante en el espacio de la toma de decisiones que es Madrid». Mejorar la relación con la capital y con los centros de decisión, así como servir de apoyo a asociaciones y colectivos son los objetivos marcados para la nueva etapa de la sede.

Manuel Broseta, presidente de Conexus, subrayó que para ganar peso en las grandes decisiones que se toman en Madrid «hay que invertir» y la de la sede, aunque austera, es una manera de hacerlo.