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Necrológica

Enrique Contell: Patriarca de una familia de sobrinos

Era un hombre con visión en el mundo de la economía y de los proyectos; sabía ver y ejecutar

Enrique Contell: Patriarca de una familia de sobrinos

Cuando una persona se va€ Se dice adiós, sin decir adiós. La ausencia está llena de recuerdos que permanecen y brotan de una extraña ruina que no se ha roto y cada mañana habrá que reconstruir.

Después de una larga enfermedad, cansado de sufrir, Enrique Contell se dejó llevar€ Él había luchado por todos y cada uno guarda su íntimo sentir. Casado con Carmen Luján no tenían hijos, pero ejerció de padre para todos sus sobrinos, los suyos, los Contell, y los de su mujer, no hizo distingos: los Luján Campos, los Serratosa Luján, el mismo Emilio Serratosa, sentía en ellos un gran apoyo.

Había nacido en Moncada y como todos los españoles sufrió esa horrible guerra civil que dividió al país, perdió a su padre y perdió el rencor. Le quisieron nombrar alcalde de su pueblo, pero a él no le gustaba figurar; se sabía persona, que es lo principal en un ser humano entre aquellos que ama y le aman.

Con su mujer, Carmen, formaban una agradable y educada pareja, frecuentaba la amistad tan importante en este mundo que carece de ese sentido. Le gustaba cenar con el grupo de amigos que a lo largo de sus vidas habían formado. Extrovertido, opinaba sobre todo lo que él creía y sentía. De educación tradicional, era conservador y religioso, cumplía y practicaba los ritos diarios de su catolicismo arraigado.

Le gustaba la ópera que frecuentaba junto a Carmen. Un día me dijo: «Por fin podemos asistir a bellas óperas». Cortés y afable con las mujeres, era el caballero de siempre que no había perdido las formas. Pero a pesar de su generación no se quedó en el pasado; le gustaba estar al día y se abría a los nuevos tiempos de sus jóvenes sobrinos. Aficionado al fútbol, era también lector empedernido; leía con avidez todo lo que caía en sus manos. Los viernes, Carmen y él habían hecho de ese día casi un rito, escogían la película e iban al cine, después la noche compartida con amigos€

Era un hombre con visión en el mundo de la economía y de los proyectos; sabía ver y ejecutar. No escatimaba tiempo. En Paracuellos de la Vega, los Luján Briz poseían unas hectáreas de montes en lugares perdidos, reunió a los herederos, parte de ellos eran sobrinos de su mujer y llevó a cabo una ejecución que benefició a todos. También intervino en la venta de solares de aquella dispersa herencia.

Los largos veranos en Benasque eran, para ambos, una delicia; amantes de la naturaleza, el valle de los pirineos de Huesca se convertía en un paraíso. Recorrían el pueblo y su casco antiguo cargado de historia; se detenían una y otra vez ante los edificios que les gustaban.

Pero la enfermedad le fue minando, minando€ y amantes también del mar, fueron en verano hacia el mar, donde pernoctaron durante cuatro años en el Parador del Saler. Allí su sobrino José Luján Campos, que veraneaba cerca, cuidaba de ellos y le acompañaba cada vez que necesitaba ir al hospital. Fue querido por todos sus sobrinos quienes le respetaban y atendían sus consejos u opiniones.

Esta semana se celebrará, en el Patriarca, la gran liturgia del adiós y en una bella atmósfera de misa en latín, canto gregoriano e incienso, cada uno de los asistentes le dedicará en silencio un pensamiento.

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