Fue la primera decana de Psicología de la Universitat de València (2002) y ahora, tras 123 rectores en 520 años, es la primera mujer al timón de La Nau. ¿Cómo siente la responsabilidad añadida de ser pionera en abrir nuevos caminos para la mujer?

Con muchísima satisfacción por la confianza que la comunidad universitaria ha depositado en mí, en mi proyecto y en mi equipo. Lo vivo con mucho orgullo por pertenecer a esta excelente universidad y también con muchísima ilusión y motivación por los retos que tenemos delante.

¿Ya ha tenido que oir que ha ganado las elecciones al rectorado «por ser mujer»?

Por primera vez en mi vida he percibido y sentido el techo de cristal, que a veces parece de hormigón armado. Y ha sido a lo largo de estas semanas de campaña. Ha sido algo que no me podía imaginar, pues tanto en el acceso a cátedra como en las elecciones al decanato he competido con hombres y nunca lo había notado. Sin embargo en estas elecciones ha habido determinados contextos en los que yo he percibido, e incluso se me ha dicho: «¿no querrás que se te vote por ser mujer?» No, nunca he pretendido tal cosa. Lo que no quiero es que me perjudique el ser mujer. Que nadie piense que una mujer no va a liderar la Universitat igual o mejor que un hombre. He sentido que algunas personas pensaban que yo pedía que se me regalara el voto por ser mujer y no es así. Realmente sí que he visto que en algún momento, incluso compañeras y compañeros de mi equipo y personas que me estaban dando apoyo, me decían que tuviera cuidado con el término «mujer» porque se estaba empezando a utilizar como si quisiera sacar beneficio por ser mujer. Y como bien dijo la catedrática de Ética de la UV, Adela Cortina, en su artículo en Levante-EMV en mi apoyo bajo el título Una rectora fiable y comprometida, no era «por ser una mujer, sino esta mujer». Esta mala experiencia que he vivido refuerza mi pensamiento de que las mujeres no debemos tener miedo de enfrentarnos, de postularnos, de hacer propuestas. Lo podemos hacer, pero igual nos toca defendernos, pues cuanto más alto es el nivel de responsabilidad más puede existir esa infravaloración de la mujer. No he percibido esto hasta subir el último escalón, el de rectora. No me había pasado nada igual ni como catedrática, ni como decana, ni tampoco como vicerrectora. En las últimas semanas se me ha llegado a decir que «ser mujer no garantiza nada». Claro que sí. Como tampoco garantiza nada el ser hombre. Lo que garantiza es lo que esa mujer y ese hombre pueden aportar, y en ese sentido lo que yo quería es que no se me penalizara.

¿Cuál es su estilo de gobierno?

Un estilo donde el Consejo de Gobierno y el equipo rectoral seamos un grupo altamente coordinado y compenetrado. Hay muchos objetivos a conseguir en los que tenemos que estar perfectamente interconectados. Los temas de igualdad, sostenibilidad e internacionalización tienen que ser ejes transversales a todos los vicerrectorados. Mi forma de hacer las cosas es a través del diálogo, la participación y el consenso. También quiero implantar un seguimiento por facultades de los problemas de las plantillas de Personal Docente e Investigador (PDI) y de Personal de Administración y Servicios (PAS), de estudiantado, de grados y másteres... La rectora y los vicerrectores y vicerrectoras iremos a las facultades a tratar a píe de obra los problemas en reuniones semestrales.

La primera reunión que ha tenido como rectora electa ha sido con el comité de huelga del profesorado asociado. Pese a proponer un compromiso de diálogo acompañado de varias propuestas, la asamblea no ha aceptado su solicitud de suspensión temporal del paro indefinido. ¿Le ha decepcionado esta respuesta?

Sí hay buena voluntad se pueden solucionar las cosas. La huelga empezó junto con la campaña electoral. Es un problema de las universidades públicas españolas. A través de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) vamos a trabajar para hacer propuestas al Ministerio de Educación. Tanto yo como el profesor Ernest Cano, que será el vicerrector de Profesorado, vamos a seguir trabajando con el comité de huelga y los sindicatos de la Mesa Negociadora de la UV en la constitución de una comisión técnica para elaborar propuestas. Pero para eso tienen que querer también los sindicatos, que no son partidarios de negociar las políticas de personal por colectivos separados. Las soluciones no dependen de la Universitat, pues el aumento salarial que reclaman los asociados supone 13 millones de euros anuales, y eso no se puede hacer sin autorización y financiación extra por parte de la Conselleria de Educación. Necesitamos también que se apruebe el convenio colectivo del personal laboral de las universidades valencianas, y eso no depende solo de la UV, sino de las cinco universidades valencianas, la Generalitat y los sindicatos.