Se llama Miguel Ángel Franco Fernández, nació en 1974 en València, es comandante de Caballería y está destinado en la sección de Logística del Mando de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, aunque actualmente se encuentra realizando un curso en Chile. Es el militar español que estando destinado en Mali hizo frente durante tres horas a los terroristas yihadistas que atacaron el complejo turístico donde descansaba. Descalzo y con una pistola que tomó prestada a un miembro del contingente húngaro, el comandante, hijo de un coronel de Ingenieros destinado en València y Zaragoza, logró salvar a una docena de personas durante el ataque de un comando yihadista al campamento Kangabá, un lugar con piscinas, restaurante, instalaciones deportivas y cabañas, en un terreno agreste a las afueras de Bamako, el domingo 18 de junio de 2018.

La gesta del comandante Franco ha tenido su recompensa: el Ministerio de Defensa le ha concedido la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, que premia las acciones en zona de conflicto donde se pone en riesgo la propia vida, que le fue impuesta en el transcurso de los actos de la Pascua Militar, en enero. La Unión Europea le ha concedido ahora también su máxima distinción.

Aunque Franco Fernández no pudo evitar el asesinato de seis personas, entre ellos un soldado maliense y cinco extranjeros, una mujer de nacionalidad franco-gabonesa y un militar portugués, su acción evitó una matanza. De hecho, los insurgentes se sorprendieron al ver que su acción era repelida con disparos. Lo que nunca supieron es que el comandante, en bañador y con unas chanclas por todo calzado, solo tenía 14 cartuchos en la pistola y cuando se le agotaba el tiempo, solo contaba con cuatro balas.

Su actuación no consistió solo en repeler a tiros el ataque, sino que facilitó la evacuación para que el personal civil pudiese salir indemne del asalto. Según relató en una entrevista a El País, incluso en un complejo de ocio como el de los hechos, o cuando sale de fiesta con sus amigos, siempre evalúa el entorno para elegir la mejor ruta de escape. El 18 de junio, su «manía» salvó su vida y las de una docena de civiles.

Franco Fernández estaba en una tumbona después del almuerzo cuando sonaron los primeros disparos. Lo primero que hizo fue conducir a un grupo de doce personas (entre militares y civiles), incluidos una niña y un bebé, a esconderse en la maleza por la vía que había identificado como posible ruta de evacuación.

Mientras esto sucedía, con su teléfono móvil alertó al cuartel general de Koulikoro y a la embajada española de lo que pasaba.

Observó que un teniente coronel húngaro tenía una bolsa en la que guardaba una pistola y 14 cartuchos. El oficial húngaro estaba en shock, ante ello se la para poder defender el grupo.

Cuando estaban a 20 metros y acercándose, el comandante Franco abrió fuego y corrió en bañador y descalzo a la colina para no ofrecer blanco a los terroristas por un lado y, por otro, para conseguir desviar la atención y que los insurgentes no localizaran a los civiles que estaban escondidos en lo alto de la colina.

Operación de rescate

El militar español consiguió enlazar por teléfono con los miembros del equipo de Inteligencia desplegado en la embajada de España. Un grupo formado por el capitán de Infantería de Marina, Lorenzo Vingut, y los brigadas Nicolás Varela, José Paños y Jorge Gual llegaron al complejo cuando al comandante Franco le quedaban solo cuatro balas.

Uno de los suboficiales se echó al comandante a los hombros puesto que tenía sus pies descalzos y sangrando y salió monte arriba hasta ponerlo en la desenfilada. Otro brigada consiguió varios pares de zapatos con los que fueron yendo hacia los vehículos. A los que estaban peor los llevaron a hombros. Necesitaron varios viajes. Con mucho esfuerzo, todos llegaron a los dos vehículos. Finalmente, consiguieron ponerse a salvo.