Ana Bordillo siempre soñó con tener su propio acuario de medusas. Lo hipnótico de sus movimientos y la cautividad de sus formas hizo que esta valenciana acabase por levantar Medusea de València, la primera empresa de venta en la Comunitat Valenciana de estos animales que, lejos del pánico que causan a los turistas en verano cuando aparecen en las costas, decoran los hoteles y los restaurantes frecuentados por los mismos.

?«Cuando miras un acuario de medusas, sus colores y su estilo a la hora de nadar podría hacer que nos quedásemos horas mirándolas, es como mirar el fuego», explica Jorge Sarrión, copropietario de Medusea, empresa que ha conseguido vender (desde que comenzó hace un año la comercialización de medusas) 400 de estos animales en València, pero también exportando a ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla, A Coruña o Marbella.

Las razones del éxito pasan desde «la relajación que provoca su débil natación arrastrada por las corrientes del acuario» hasta el simple mantenimiento de estos animales, explica Sarrión. «Los cuidados son muy sencillos. Esto atrae tanto a los aficionados a la acuarofilia como a quienes buscan una pieza decorativa en su salón», reconoce.

El copropietario de Medusea explica que los acuarios no tienen plantas, ni sustrato de arena, «porque estos elementos podrían dañar la salud de los animales». La falta de estos productos «ahorra los residuos» acumulados en el acuario. «Solo los restos del zooplancton con el que se alimentan quedarían en el fondo», explica. Pero este «pequeño contratiempo» se vería rápidamente aliviado con el sistema de sinfonado y de filtración biológico incorporado en el acuario.

La mayoría de los acuarios que comercializa Medusea suelen tener una capacidad de siete litros con un coste de 235 euros que permite que el animal crezca hasta los ocho centímetros. Para que este alcance su tamaño natural (unos 25 centímetros), sería necesario comprar un acuario de 168 litros, con un coste de 3.000 euros y una capacidad máxima de 15 animales (a 20 euros cada una).

Asimismo, aunque un mismo acuario pueda acoger una gran cantidad de medusas, estas deben ser de la misma especie. Y «la medusa luna es la más apta», pues «tiene un rango de temperatura más amplio que permite una alimentación más variada y una mejor adaptación al medio».

?Advierten, sin embargo, la sensibilidad de estos animales hacia el cambio de corrientes o temperaturas, que podrían acabar con su vida. Por lo que avisan del peligro que supondría para la especie su captura directa del mar y aseguran que ellos mismos reproducen los pólipos de la medusa ya en cautividad para evitarlo.

El entusiasmo por estos animales hizo que los dueños de Medusea también comenzasen a impartir talleres de sensibilización para desmitificar al animal. «La imagen que tenemos en general es que son animales babosos que te amargan el día en la playa, pero es un animal extremadamente bello e interesante que ha superado extinciones como la de los dinosaurios sin siquiera cambiar su fisonomía».

Asimismo, su importancia como medidor de la calidad medioambiental es altamente importante. «La situación de las medusas refleja la contaminación por parte de la humanidad. Estos animales han empezado a extenderse por zonas donde antes no estaban y, de hecho, no deberían estar, como en el Ártico».

Y es que Jorge explica que la medusa, en su fase como pólipo se fija a las superficies para sobrevivir y que, «con tantos plásticos como arrojamos al mar», son muchas las ocasiones en las que la medusa acaba por fijarse a ellos, siendo arrastradas a las costas.

?La presencia de este animal en nuestras costas es además un reflejo del estado del ecosistema marino: «Cuando llegan en grandes cantidades de medusas a las playas es porque detrás hay poco aporte de agua dulce de los ríos al mar, fruto de la desertificación».