Frente a la «puesta en escena» de la consellera de Sanidad, Carmen Montón, ayer ante los medios, la verdadera reversión del área de la Ribera a la gestión pública tuvo lugar la noche del sábado al domingo. No faltó ni firma oficial, ni público, ni brindis con champán. Todo para darle la bienvenida al recién llegado, al hijo pródigo que vuelve al redil de lo público después de 18 años de privatización

A medianoche se habían citado en los despachos del hospital de Alzira representantes de la administración y de la concesionaria Ribera Salud para oficializar el fin del contrato. Sobre la mesa, el «acta de entrega de bienes y servicios» en la que se cerraba una etapa de 15 años pero en la que también se daba fe de que la Generalitat Valenciana recibía «en buenas condiciones de uso» tanto las instalaciones como el equipamiento del área de salud de la Ribera: un hospital y 45 centros de salud para atender a 250.000 pacientes.

La responsabilidad recayó, por parte de la conselleria, en el subsecretario de Sanidad, Ricardo Campos, y el director de Recursos Humanos, Justo Herrera. Por parte de Ribera Salud, lo hicieron el gerente saliente, Javier Palau; el ya exdirector económico Santiago Ribelles y «tres abogados» que les acompañaban, según los presentes. A las puertas del despacho, y en espera paciente como si de un parto se tratara, trabajadores haciendo el último turno de guardia bajo las órdenes de Ribera Salud pero también empleados que, como los integrantes de la junta de personal, ya estaban allí antes de la privatización o miembros del comité de empresa.

A la una de la madrugada terminaba un encuentro «histórico» para los presentes que terminó con palabras improvisadas de Campos y de la nueva gerente Isabel González a los congregados en el pasillo. «Esto va a cambiar en pocos meses y va a ser obra de todos», les aseguró González en una improvisada comparecencia. «Queda mucho trabajo por delante y, si no es con todos, esto no sale», añadió. Campos, además de alabar a la recién llegada, certificó que la empresa no había puesto «obstáculos» en estos últimos compases y que la transición se había hecho «como está contemplada en el contrato».

Hubo quien, como cuando se recibe al neonato, plasmó con fotografías el momento de la vuelta lo público y lo regaron, además, con cava. Unos niveles más arriba, había quien hacía lo mismo pero dando la bienvenida a un miembro más en la familia, la primera niña nacida en la Ribera tras la reversión.

La firma del acta deja paso a un periodo de 45 días durante el que la administración comprobará, realmente, que el traspaso se ha hecho tal como estaba previsto y todo está «en condiciones de uso». Así, hasta mediados de mayo, la Generalitat puede reclamarle a Ribera Salud si encuentra aspectos «sin resolver». Será entonces cuando se cierren, realmente, 18 años de la historia reciente de la Comunitat Valenciana que han puesto, para bien o para mal, a Alzira en el mapa.