Casi cinco propietarios de explotaciones agrarias de la Comunitat Valenciana abandonan el campo cada día. De estos, tres son hombres y dos mujeres. Estos datos se desprenden de la Encuesta de la Estructura de las Explotaciones Agrícolas del INE 2016 que hizo pública el pasado año y que se realiza cada tres años.

Fruto del abandono (así como de la falta de relevo generacional), el número de explotaciones agrarias se redujo en un 5 % en tres años, pasando de 117.480 explotaciones en 2013 a 111.425 en 2016. Lo que se traduce en un pérdida de casi ocho hectáreas de superficie para el cultivo (un 1,3 %) en la Comunitat Valenciana por su falta de rentabilidad, a pesar de que esta actividad representa el 16% del PIB.

«¿Acaso los consumidores preguntamos si la horchata que compramos en el supermercado es valenciana o de terceros países?», «¿o nos preguntamos la importancia del cultivo del arroz en la Comunitat, que mantiene el equilibrio medioambiental de l´Albufera, con 15.000 hectáreas de campo?», «¿cómo va a ser rentable entonces mantener nuestros campos si nadie reclama sus productos?», reclama Ramón Mampel, secretario general de la Unió de Llauradors i Ramaders de la Comunitat Valenciana, una de las entidades adscritas a la movilización del 26 de mayo y que se realiza hoy en ciudades de otras comunidades autónomas, como Madrid o Andalucía.

«No hemos sido capaces de llegar a la sociedad y no han podido comprender la importancia que tiene la huerta en el ecosistema», lamenta Mampel. Según el secretario general de la Unió, la huerta es fundamental para el mantenimiento del territorio, pues actúa, además, como cortafuegos en caso de incendios, y tiene un papel clave para mantener la biodiversidad. Y añade un análisis: «De seguir así, si en tres años se ha reducido un 5 % el número de explotaciones agrarias, en 60 años probablemente la huerta desaparezca».

El secretario general de la Unió, sin embargo, no culpa a la juventud que, ante la llegada de la crisis y el malestar económico que esta conllevó, «huyó» a poblaciones más grandes que garantizasen un «mínimo de seguridad».

«¿Cómo no van a huir?», lamenta Mampel, quien apunta que la pensión que deja décadas de trabajo en el campo apenas supera los 709 euros mensuales. Una renta solo cuatro puntos por encima del umbral de la pobreza.

Esta es la principal reivindicación que denuncia el colectivo para unirse a la movilización de un mundo rural cada vez más abandonado. Una población que observa, con el paso de los años, no solo el empobrecimiento de sus tierrasempobrecimiento de sus tierras y con ello la pérdida de un incontable número de elementos patrimoniales (como las acequias), sino también el cierre de los comercios dentro del mismo pueblo.

«Necesitamos un desarrollo rural integrado, con ayudas principalmente dirigidas al profesional agrario y ganadero, así como subvenciones suficientes para mantenerse en la huerta y atraer nueva población», apunta Mampel.

Ahora mismo, reconoce, la Ley de Estructura Agraria aprobada el pasado mes por el Consell y en vías de estudio en las Corts, permitiría actuar contra el abandono de la huerta, al disponer de un banco disponible de tierra ya abandonada para que «la gente joven pueda acceder a ellos con una reducción de impuestos considerable».

Por otro lado, Mampel indica que «también en el sector agrario es difícil ser mujer en el sector agrario es difícil ser mujer». Hasta 400 euros al mes marcan la diferencia entre la nómina de un trabajador y una trabajadora en este sector. A pesar de ello, la Unió reivindica el papel de la mujer en el medio rural como un elemento imprescindible para fijar la población en el mismo.

«Aún estamos a tiempo de disfrutar de la huerta, pero son necesarias medidas que garanticen la vida de quienes se arriesgan a mantenerla», indica el secretario.