Una discusión y una agresión mutua que terminó con un mal golpe contra la pared y su víctima inconsciente en el suelo. Esa es la particular versión de los hechos que presentó ante un jurado popular el acusado de matar de una brutal paliza a un indigente en la localidad de Miramar en abril de 2016.

Su defensa sostiene que se trató de un homicidio por imprudencia pero tanto la Fiscalía como la acusación particular consideran que este tenía el claro «ánimo de causarle la muerte». El supuesto móvil del crimen fueron las acusaciones ante la Guardia Civil que el fallecido, de 33 años, había realizado contra este panadero. «Me había denunciado por robar madera de un aserradero y unos palés».

«Si hubiera querido matarlo, lo atropello cuando iba en la bici», esgrimió el procesado, de 37 años y nacionalidad española. El Ministerio Fiscal solicita una pena de doce años de prisión por un delito de homicidio con la circunstancia atenuante analógica de intoxicación etílica. De hecho, el fiscal contempla que José Daniel T. P., en el momento de cometer el crimen, «tenía sus facultades cognitivas y volitivas ligeramente alteradas a causa de una intoxicación por alcohol».

Frente a la supuesta muerte poco menos que accidental, que trató de hacer ver el acusado, tras responder únicamente a las preguntas de su letrado, están las múltiples fracturas que presentaba el cadáver. Incluso el propio procesado acabó reconociendo que tras caer al suelo le propinó varias patadas.

El crimen se produjo la noche del 19 de abril de 2016 cuando el acusado fue a la caseta donde pernoctaba su víctima, sin luz ni agua, porque le había inculpado en varios robos. "Eran unas acusaciones falsas", insistió como si ello le eximiera de responsabilidad. Además, éste explicó que el sintecho le recriminaba que no le pagara por ayudarle en "pequeñas faenas" como cortar leña. "Solo le podía recompensar con comida", apuntó.

"Empezamos a entonarnos, levantamos la voz y llegamos a las manos. El primero en recibir fui yo, él era bastante más grande que yo", argumentó tras negarse a contestar a las preguntas de las acusaciones. Asimismo, explicó que una vez en el suelo, tras propinarle patadas, le puso una cinta en la boca para que no chillara, creyendo que todavía estaba vivo. Posteriormente, tras desnudarlo, se deshizo del cuerpo arrojándolo a un vertedero por un terraplén. El acusado insistió en que no estaba muerto.

Confiesa horas después de ser detenido por alcoholemia

A las pocas horas fue detenido por una patrulla de la Guardia Civil de Tráfico tras ser sorprendido conduciendo ebrio. Sin embargo, no sería hasta la mañana siguiente cuando confesó los hechos ante la Guardia Civil y les dijo donde se encontraba la víctima. "Yo colaboré y les dije donde estaba para darle auxilio", afirmó tratando de obtener el beneficio del arrepentimiento espontáneo.

La acusación particular, no obstante, sostiene que se trata de un delito de asesinato al apreciar la circunstancia de ensañamiento, ya que el procesado le causó un dolor innecesario estando ya malherido, tardando hasta casi cuatro horas en morir.