«Lo sentimos de veras». Esa frase que recoge el comunicado de la banda terrorista ETA en el que pide disculpas, a su manera, por la sangre derramada durante el medio siglo de barbarie etarra «ha revuelto el estómago» de las víctimas y familiares de los 31 asesinados con vínculos en la Comunitat (bien porque nacieron en tierras valencianas o residieron en algún momento aquí). «Que pidan perdón o no me da igual, a mí el perdón no me sirve de nada, y mucho menos a mi hermano después de 27 años muerto», confiesa con pesar Carlos Casañ, quien ve en este último gesto de la organización terrorista, ya derrotada por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, «una burla y tomadura de pelo a toda la sociedad».

Su hermano, José Edmundo Casañ, fue asesinado por dos pistoleros de ETA que entraron con el rostro oculto con pasamontañas en las oficinas de la delegación de Ferrovial en la calle Gascó Oliag de València el 4 de marzo de 1991. El delegado de la empresa de infraestructuras fue la primera víctima mortal de los terroristas en la capital del Túria. Le dispararon en la cabeza simplemente como forma de presión para paralizar las obras de la autovía de Leizarán. José Luis Urrusolo Sistiaga, uno de sus asesinos, salió en libertad hace ya dos años tras cumplir apenas 19 de 440 años a los que fue condenado.

Unos años antes, el 16 de agosto de 1985, el ciudadano francés Clément Perret, quien regentaba una pizzería en Castelló, era abatido de trece disparos por el etarra Henri Parot. Daba así comienzo la andadura de sangre y desolación de la banda terrorista en tierras valencianas con nueve víctimas mortales en los 60 atentados perpetrados por ETA en la Comunitat Valenciana.

Los familiares de aquellos que perdieron la vida por la sin razón terrorista critican que ahora sus asesinos estén «intentando reescribir la historia». «La gente joven desconoce el sufrimiento que han padecido y con el que todavía tratan de vivir centenares de familias, y no lo van a leer en los libros porque no les interesa remover. Pero que no nos intenten hacer creer que ha sido una guerra», insiste Casañ. A lo que ETA se refiere en su comunicado como «conflicto» fueron asesinatos crueles e inhumanos como el que se cobró la vida de una pequeña de seis años, Silvia Martínez, y de un jubilado de 57, Cecilio Gallego, con un traidor coche bomba cargado con 50 kilos de Titadyne que hizo explosión el 4 de agosto de 2002 en Santa Pola.

También en la provincia alicantina y con idéntico procedimiento, tan usado por la organización a lo largo de estos años de terror, se produjo la matanza más numerosa en la Comunitat con la firma de ETA. Tres personas perdieron la vida en Mutxamel el 16 de septiembre de 1991. Se trataba de dos policías locales y el propietario de la grúa que trasladó el coche trampa al depósito municipal.

La distinción que hacen los terroristas en el comunicado, entre víctimas ajenas al conflicto y otros que sí tuvieron una participación directa, también ha indignado a los familiares de los asesinados. «ETA debe, con carácter inmediato, solicitar el perdón a todas sus víctimas sin excepciones y al conjunto de la sociedad española, disolverse de manera incondicional y colaborar plenamente con la Justicia para esclarecer los más de 300 asesinatos cometidos y sin resolver», exigen desde la Fundación Profesor Manuel Broseta, en recuerdo al catedrático asesinado en València en enero en 1992.