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Entrevista

Saverio Cannistrà: "La pobreza cultural y la falta de experiencia se reflejan en el lenguaje que usa la Iglesia"

"El problema no es tanto la falta de vocaciones, sino la desmotivación de los religiosos, el pecado de la acedia", asevera el prepósito general de los Carmelitas Descalzos

Saverio Cannistrà: "La pobreza cultural y la falta de experiencia se reflejan en el lenguaje que usa la Iglesia"

Saverio Cannistrà está estos días visitando los conventos y monasterios masculinos y femeninos del Carmelo Descalzo en nuestra tierra, en la que tanto influyó la orden a través de la historia. De hecho, el que San José y la Virgen del Carmen tengan tanta popularidad se debe a los carmelitas, que en la ciudad de València tienen dos iglesias: Nuestra Señora del Carmen, en la calle Alboraia, y San Juan de la Cruz, un museo al lado del Museo Nacional de Cerámica. El monasterio más singular es el del Desierto de las Palmas, en Benicàssim, a los pies del Bartolo. En el convento del barrio de la Trinitat, los frailes tenían una imprenta, que se la vendieron a Nácher. En el «arboretum» del monasterio nos recibe el prepósito general.

¿Cuántos países o regiones ha podido visitar en su mandato? ¿Tiene un diagnóstico aproximado de cómo está el Carmelo en el mundo?

Ya llevo nueve años al frente del Carmelo Descalzo y he visitado la gran mayoría de los países donde la orden está presente. Los carmelitas descalzos comparten la situación general de la vida religiosa en el mundo: la progresiva disminución de presencias y el envejecimiento de los religiosos en Europa y América del Norte; el crecimiento rápido en Asia (para nosotros, de manera especial en la India) y en África. Evidentemente, eso conlleva un cambio profundo no solo en la geografía de la orden, sino también en la manera de vivir e interpretar el carisma teresiano-sanjuanista. Creo que todavía estamos en tiempo de transición y no se ve con claridad qué nos espera para el futuro. Seguramente el Carmelo indio y africano tiene un perfil mucho más apostólico en comparación con el Carmelo europeo caracterizado por un estilo de vida contemplativo, que evidentemente no excluía la dimensión misionera.

La Iglesia, las órdenes religiosas, llevan muchos años quejándose de la falta de vocaciones, sobre todo en Europa.

Actualmente en toda Europa hay que pensar seriamente cómo vivir los valores de nuestra tradición en un contexto totalmente distinto, que podemos llamar de postcristianismo. Me parece que todavía no hemos empezado a trabajar seriamente sobre este tema. La tentación ha sido y es la de vivir de rentas, pero ya vemos claramente que por este camino no hay futuro. El problema para mí no es tanto la falta de vocaciones, sino la desmotivación de los religiosos, el pecado de la acedia, el riesgo muy concreto de replegarnos sobre nosotros mismos. Es urgente recoger las fuerzas y las energías que nos quedan para volver a lo esencial de nuestra vida, aunque nos cueste mucho cerrar casas y dejar obras.

¿Cómo debe entenderse ahora la vida religiosa?

En una sociedad postcristiana la vida religiosa no puede ser lo que ha sido durante siglos de cristiandad. Hay que poner en el centro la experiencia de la fe y de una comunidad que testimonia una manera de vivir diferente, fundada en una verdad que no viene del espíritu del mundo. La experiencia cristiana, cuando es auténtica, es atrayente por sí misma, en su sencillez: no hay que añadirle ningún aliciente a lo que los mártires scilitanos llamaban «misterio de sencillez».

¿Se está consciente en la Iglesia del valor de la palabra, de la forma de expresarse, del saber llegar a la gente, de comunicarse adecuada y llanamente, de saber encarnar la riqueza y el tesoro de la Palabra de Dios en la palabra humana?

La pobreza cultural y la falta de experiencia se reflejan en el lenguaje que utilizamos en la Iglesia. Es un lenguaje muchas veces autorreferencial, que no explica y no comunica nada nuevo, nada interpelante. A menudo pensamos que el problema de la comunicación se soluciona aprendiendo a manejar los medios de comunicación, a utilizar las redes sociales. Cierto, sabemos que «the médium is the message», como decía McLuhan, pero si no hay contenidos, tampoco puede haber comunicación.

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