Terror, indefensión, alteración grave de la vida cotidiana y fuerte afectación psicológica. Ese es el estado en el que se encuentra una vecina de València que, desde hace al menos cinco años, ha venido soportando, casi a diario, el acoso de un desconocido que la acecha en el lugar de trabajo y la persigue para intentar averiguar su domicilio porque pretende tener una relación sentimental con ella.

El presunto acosador ha sido detenido ahora, por segunda vez tras la nueva denuncia interpuesta por la víctima, que solicitará una nueva orden de alejamiento, ya que vive atemorizada y su perseguidor ya está en la calle tras pasar solo unas horas en comisaría, lamentaron fuentes jurídicas.

La detención se produjo el pasado martes, apenas dos horas después de que la mujer, asustada porque ya había pasado a la acción directa, llegando a perseguirla por la calle a la carrera mientras la insultaba y amenazaba.

Según ha detallado la víctima, el desconocido, del que finalmente pudo averiguar datos suficientes como para conocer su identidad, empezó a acosarla hace unos cinco años, cuando ella comenzó a trabajar en un colegio público situado exactamente enfrente del domicilio del acusado, que se obsesionó con ella.

Al cabo de un tiempo, la mujer empezó a darse cuenta de que un desconocido la seguía cuando salía del colegio para regresar a casa. Los episodios se fueron sucediendo hasta que la víctima empezó a asustarse cada vez más, porque se lo encontraba tanto a la llegada como a la salida del trabajo. Y sólo rondaba el colegio los días en los que ella debía acudir a la escuela, lo que denotaba que incluso había llegado a fabricar un calendario basándose en su horario laboral.

Una vez que fue plenamente consciente de que no era una simple casualidad, llegó a hacerle frente y a inquirirle por qué la estaba siguiendo. El hombre no contestó, pero trató de asirle el brazo. Ella se asustó y huyó.

Quebrantamiento de la orden

Poco después llegó la primera denuncia. El presunto acosador fue detenido y el juez le impuso una orden de alejamiento. Al parecer, la respetó al principio, pero desde hacía unos meses había vuelto a acechar a su víctima, hasta el punto de encontrarlo husmeando a través de la valla del colegio en numerosas ocasiones.

Además, la chica se ha visto en la obligación de variar sus rutinas cotidianas, de alterar las rutas habituales para ir al trabajo o regresar a su domicilio y de tener que salir corriendo en más de una ocasión, cuando él la ha perseguido a carreras por la calle.

Poco antes de la denuncia, incluso se lo llegó a topar a la puerta de su gimnasio, hasta donde la debió seguir sin que la chica se diese cuenta. Al verla, se dirigió hacia ella y comenzó a insultarla con improperios como «puta». En otra ocasión, la interceptó en plena calle y cuando ella sacó el móvil para pedir ayuda, le espetó: «¡Cobarde, no llames a la policía! ¡Puta! ¡Habla conmigo!». La mujer apenas tuvo tiempo de escapar.

La intensidad del acoso se ha ido incrementando exponencialmente en estos últimos meses, lo que ha convencido a la joven de que debía denunciarle de nuevo. Ahora, será un juez quien tenga, de nuevo, la última palabra.