Cristian, el menor de Silla de cinco años con trastorno del espectro autista, pudo volver a entrar ayer a su colegio por las puertas que le fueron cerradas el 12 de marzo, haciendo efectivo el auto de la jueza que obligaba al centro a readmitir al menor de manera temporal.

Tal como informó ayer Levante-EMV, el centro decidió que el menor dejase de acudir a sus aulas debido a que «no evolucionaba al ritmo que le correspondería». Por esta razón solicitaron un estudio psicopedagógico en septiembre de 2017 para corroborar el grado de dependencia de Cristian. Con el estudio en la mano, la Conselleria de Educación consideró que era necesario trasladar al menor a una escuela de educación especial a casi 30 kilómetros de su domicilio, en Sueca.

Cuando la resolución fue notificada tanto a la familia como al centro, este último consideró que el menor de cinco años ya no debía acudir a sus aulas. La familia, sin embargo, se negaba a derivar a su hijo a Sueca para evitar su «segregación» y acudió a los tribunales. La jueza responsable del caso ordenó el viernes 20 de abril la readmisión del niño de manera cautelar hasta que hubiese una sentencia firme.

A pesar del auto emitido, cuando Cristian fue a cruzar las puertas del Colegio Reyes Católicos de Silla el pasado jueves, la dirección del centro le prohibió la entrada. La razón expuesta por el centro escolar fue que no tenía en su poder el auto que obligaba al colegio a admitir de nuevo a Cristian, a pesar de haberle sido entregado en mano por Cristina, la madre de Cristian, y su abogada, Sandra Casas. Unas horas más tarde del incidente, la Conselleria de Educación enviaba al centro el auto firmado por la jueza y ayer el menor era admitido de nuevo, después de más de un mes sin escolarizar.

«A las nueve de la mañana Cristian esperaba ansioso a las puertas de su colegio, como había hecho siempre», explicó Cristina. Sin embargo, la madre explicó a este diario que el comienzo de la jornada fue «un poco más tensa de lo que hubiera deseado».

Y es que después de entrar en el centro, ambos padres tuvieron que pasar, junto a Cristian, al despacho de dirección. Lugar en el que pasaron más de media hora para debatir sobre lo ocurrido y firmar los papeles que justificaban la asistencia del menor. «Podían haberse ahorrado esa media hora de burocracia y papeleos que Cristian no necesitaba ver, y haberle llevado directamente a su clase, con el resto de compañeros», lamentó Cristina. A pesar de ello aseguró que Cristian salió a la una del mediodía del colegio con una sonrisa puesta en la cara. «Lo único que pedíamos era que volviera a su colegio», indicó.