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Memorias

Ernest Nabàs: "El tiempo nos ha dado la razón a Lerma y a mí sobre Blasco"

Ernest Nabàs, histórico muñidor del PSPV, pasa factura al periodismo y la política en sus memorias

Ernest Nabàs: "El tiempo nos ha dado la razón a Lerma y a mí sobre Blasco"

Sacerdote (secularizado), periodista en el Chile de Salvador Allende, responsable de Comunicación del gobierno de Joan Lerma y de la ejecutiva del PSPV, diputado en Corts... Todo eso cabe en la biografía de Ernest Nabàs (la Vall d'Uixò, 1941). Roder, en definitiva, resume él, porque siempre ha ido a la suya. Roder significa también bandolero, como el gatet d'Otos, que robaba a los ricos para dar a los pobres.

En ese espejo quiere mirarse. Nabàs presenta hoy Memòries d'un roder (Vincle editorial) en la Fira del Llibre, en un acto en el que espera a tres presidentes valencianos: Josep Lluís Albinyana, Joan Lerma, que lo fueron, y el actual, Ximo Puig.

Lerma es el mandatario con el que ocupó cargos relevantes en la vida pública y, aunque no lo pinta perfecto, sale bien parado. No todos pueden decir lo mismo. «El capítulo que le dedico se lo dejé leer y me dijo que algunos me odiarán más», cuenta. Por el caso Blasco, que no es el que ha llevado a prisión al exconseller de Cooperación con el PP, sino por el que dejó de ser conseller de Obras Públicas de Lerma en 1989 por un escándalo urbanístico en Calp que no le costó la cárcel porque las grabaciones fueron invalidadas.

«Lerma, que nunca ha ido en coche oficial a un acto de partido, me contó una noche que íbamos con el mío a Benissa que iba a cesar a Rafael Blasco. Le dije que me parecía muy bien. Y me respondió que ojalá me hubiera hecho caso cuando se lo advertí».

¿Se olía algo? «Había notado que, en los primeros años de la Generalitat, más que trabajar para fijar la marca en Madrid, solo salían entrevistas con él».

Lo que vino tras la destitución es uno de los episodios que el viejo periodista sitúa entre las ocasiones en que ha sentido vergüenza de la profesión. Algunos periodistas (aparecen con nombre y apellido en el libro) «defendieron de forma descaradísima a Blasco y atacaron hasta el insulto a Lerma y a mí. El tiempo nos ha dado la razón». Su recuerdo de aquellos años es el de la mayoría de la prensa al lado del exconseller.

El periodista ácrata y roder asegura no obstante que no reivindica el lermismo. «Ni él tampoco lo hace», dice. Reconoce al expresident su capacidad de integración de las corrientes socialistas y su impulso a un «proyecto nacional valenciano». Aunque no lo cerró, matiza, y esa fue su principal discrepancia. «Yo defendía que fuera más reivindicativo cuando Felipe González no apoyaba con subvenciones al País Valenciano y él decía que no. Cuando perdió las elecciones reconoció que yo tenía razón».

Le han llamado fontanero (político) y él no baja la cabeza. «Es un oficio muy digno. Sin ellos saldría toda la porquería en las casas. Los fontaneros son necesarios».

El ex alto cargo aún se arrepiente de aquel «capricho» de comprarse un BMW que le costó algunos titulares en 1983 («no lo tenía que haber hecho nunca»).

El cura que colgó la sotana en Chile al ver a una jerarquía católica que «no defendía a las personas y sí a los militares golpistas» ya no tiene fe en Dios, pero sí que le queda en «las personas, la solidaridad, los grupos políticos de izquierda y la tarea de muchas ONG».

El joven que jugó al ping pong con Allende (le ganó la primera partida, la revancha la perdió) y estuvo cerca de Fidel Castro se atreve a defender el régimen cubano en el siglo XXI: «Comete errores, pero he estado también en Haití y Níger y he visto morir niños en la calle. Por lo tanto, el sistema capitalista es más duro y cruel que el socialista de Cuba. No hay las libertades burguesas que defendemos en Europa, pero todos los niños tienen escuelas y medicinas».

El hombre que se dio de baja del PSOE tras el apoyo de Pedro Sánchez al 155 en Cataluña dice que le gusta el PSOE de los alcaldes y el de la gestión en la Generalitat, pero no le gustan las políticas estatales, porque ve «demasiado seguidismo del PP en las cosas importantes». «Me parece un grave error haber apoyado el 155», sostiene. «La separación de poderes en España hoy no se la cree nadie», añade. Y saca a colación una cita de Ernest Lluch: «La prensa de Madrid quiere poner y tirar gobiernos. Me parece cada vez más cierto».

Ay, aquellos años de la Transición. «Tenía virtudes que ahora no tenemos, básicamente la ilusión». No es que se aferre a la Constitución como ideal perdido, «muchas cosas se tienen que revisar -dice-, pero la ilusión que había en la mayoría se ha perdido por la desconfianza de la gente en los partidos y los políticos». Él, pese a todo, continúa pensando que «la política es más noble de lo que parece».

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