Los cambios están llegando muy de prisa y lo que ha sido un éxito en términos de reducción de la superficie quemada que se viene produciendo desde 1994 puede ser ahora uno de los principales factores de riesgo. Hay mucha superficie forestal, que no para de crecer, expuesta a un riesgo creciente como una de las consecuencias del cambio climático.

Además, todo lo que arde ahora tiene una difícil recuperación debido a las modificaciones en el clima. «El monte va a arder seguro; el fuego forma parte de los ecosistemas mediterráneos, aunque lo importante es que arda poco o que los incendios quemen de otra manera», insisten.

La consellera de Agricultura y Medio Ambiente, Elena Cebrián, defiende transformar la superficie forestal valenciana para obtener bosques más resilientes frente al cambio climático.

Es el bosque «ordenado», probablemente con más zonas adehesadas, subraya el presidente de la Plataforma Forestal Valenciana y coordinador del comité organizador del congreso, Fernando Pradells, que coincide con ese nuevo diseño, forzado por el cambio climático, aunque ahí termina la sintonía con la conselleria.

«Hace falta más gestión, valorar los servicios ambientales que prestan los bosques y empoderar a la sociedad rural para que pueda gestionar sus recursos», añade Pradells.

No hay una solución única contra los nuevos/grandes incendios y por ello el III Congreso Forestal Valenciano ha establecido cinco líneas temáticas que van desde el estudio de nuevas tecnologías aplicadas a la prevención y extinción al análisis de los problemas específicos de la interfaz urbano forestal o los efectos del cambio climático y también cómo mejorar la extinción, aunque Quílez advierte de que el recurso clásico de más aeronaves y más personal en tierra «puede no ser suficiente».