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Despoblación

Donde los 'jóvenes' son mayores

Una cuarta parte de los habitantes censados en Andilla, en la comarca de los Serranos, supera los 65 años

Donde los 'jóvenes' son mayores

Justo en la entrada de Andilla, a su derecha, unos columpios dan la bienvenida a los visitantes. Son el mobiliario de recreo del parque de Los Pinitos, construido en 1971, y que a día de hoy esperan con paciencia a que llegue el verano -o algún fin de semana esporádico- para que algún niño juegue con ellos.

Es el reflejo de la situación demográfica en la que se encuentra Andilla, uno de los 20 municipios de la Comunitat Valenciana que, según datos del 1 de enero de 2017 del Instituto Nacional de Estadística en su localidad.

Pero hubo un día en que sí que había niños en Andilla. Lo cuenta Paco, que a sus 51 años de edad, es uno de los últimos alumnos del colegio de este pequeño municipio de Los Serranos antes de que cerrara hace alrededor de 40 años, a finales de la década de los 70. Es en esa época cuando, según explica la alcaldesa, Consuelo Alfonso, se produjo el gran éxodo del pueblo. «Empezaron a plantar pinos para sacar madera y no se podía mantener al ganado en el monte. Eso provocó que la gente se fuera», lamenta.

Paco tuvo sus primeras clases en un edificio del mismo casco urbano de Andilla, que ahora es el bar de Los Jubilados. Después se trasladó a la aldea de La Pobleta -perteneciente a Andilla-, donde dos pequeñas naves evidencian que cuando estaban abiertas las aulas todavía se separaba a los niños de las niñas en ellas.

«Éramos unos treinta. Íbamos al río a pescar, hacíamos excursiones, jugábamos a las cabañas...», recuerda con nostalgia en un entorno en el que, según destacan tanto él como la alcaldesa, «se podía jugar sin necesidad de tener juguetes». Tras el cierre, los pocos pequeños que quedaban en Andilla han debido escolarizarse en Villar del Arzobispo, a 22 kilómetros por carretera y algo más de media hora en coche.

Ahora, de los 322 habitantes censados en Andilla, una cuarta parte supera los 65 años. Y, según reconoce Consuelo Alfonso, el porcentaje puede que sea mayor todavía «porque muchos de los empadronados no viven de continuo aquí».

No obstante, la vida cambia allí durante la época estival. «En verano tenemos hasta 3.000 habitantes e incluso contamos con un campus en julio con actividades acuáticas en la piscina municipal y otros deportes al que vienen unos 30 niños», explica la alcaldesa.

Sin embargo, Andilla mantiene todavía la esperanza de revertir la situación para que algunas familias se instalen en su municipio y vuelva a haber niños en el pueblo más allá del verano. Para ello, Consuelo Alfonso detalla que cuentan con un proyecto de un centro de desarrollo turístico rural en el que destacan las posibilidades de vivir sobre todo de la trufa y de la miel, que en la zona llega a alcanzar una pureza del 99 %, según relata.

«Queremos ser el eje impulsor para que la gente vea el potencial que tiene Andilla», señala. Aún así, es consciente de las dificultades del municipio, casi en la frontera con Aragón, en materia de transporte y comunicación, ante lo que recuerda que necesitan «un impulso fuerte desde abajo -en referencia a València-». «Queremos que venga gente de fuera con iniciativa para generar una economía sostenible y una forma nueva de vida», desea la munícipe.

Mientras se ponen los cimientos para ello, los días siguen pasando tranquilos en Andilla con los únicos sonidos del viento, las campanadas y el piar de los pájaros, a la espera de las risas de los niños que están por llegar.

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