Era un niño anónimo cuando le diagnosticaron una enfermedad que ponía en riesgo su sueño de ser futbolista de elite: un déficit parcial de hormona del crecimiento. Ese niño era Lionel Messi tenía 9 años y pasó del 1,27 metros de aquel entonces al 1,69 de altura en la actualidad. Recibir el tratamiento de la hormona de crecimiento supuso un antes y un después en su vida.

De su «talla baja» solo le queda el sobrenombre de «La pulga», mote que le pusieron en el colegio y en las escuelas infantiles de fútbol.

El tratamiento de la hormona de crecimiento consiste en reponer la hormona del crecimiento en la cantidad exacta que falta durante la etapa del crecimiento que termina a los 16 años.

La cura a la enfermedad de Messi costaba 1.300 dólares al mes por inyecciones que el niño debía ponerse a diario en su brazo o en su pierna. Y así lo hizo durante tres años en Argentina y luego al emigrar a Barcelona.