J. M. R., Valencia

La desarticulación de la supuesta secta destructiva Amba ha causado sorpresa entre otros terapeutas alternativos afincados en la Marina Alta, que conocían la actividad que venían desarrollando los detenidos en Llíber. Una operación policial que para la mayoría de los consultados ha sido desproporcionada.

Según estas fuentes, la actividad en esta residencia comenzó hace una década aproximadamente, cuando la mujer suiza ahora detenida se trasladó y reformó esta casa rural junto a un terapeuta de reiki de nacionalidad argentina. Hace unos tres años, el terapeuta ingresó en una residencia de la tercera edad. La mujer continuaría entonces la actividad, junto a la otra detenida, Viguti, una madrileña de 40 años seguidora del budismo zen de Osho y sus enseñanzas de alcanzar la verdad mediante la meditación, que se convertiría en la impulsora de la casa.

Reiki, kundalini y aurosoma

Las actividades organizadas se centraban en cursos de fines de semana de reiki y otras prácticas de «terapia curativa» y «crecimiento personal», como el yoga, el kundalini o danza libre, o el aurosoma, mediante la utilización de color. Por estos cursos, las responsables cobraban unos 70 euros. En ocasiones, si el grupo era numeroso alquilaban algún edificio cercano que reuniera las condiciones para su prácticas. Así mismo, algunos participantes pasaban alguna temporada en la casa, aunque rechazan que detrás hubiera alguna manipulación.

En este sentido destacaban que «hay personas que se sienten muy atraídas y volvían para practicar diferentes experiencias de crecimiento personal, pero ella no ha querido manipular a nadie, su trabajo es terapéutico», comentaban. Así mismo, estas fuentes consideraban que el colectiva no tenía regularizada legalmente su funcionamiento, aunque consideran exageradas las acusaciones de estafa o asociación ilícita: «Se cobraba, es cierto, y era un grupo de gente que se reunía siguiendo unas creencias Ñque es lo que significa la palabra secta en el diccionarioÑ, pero de ahí a hablar de estafa o organización destructiva, es muy discutible». En cuanto al posible delito contra la salud pública, los terapeutas consultados se mostraban cautos y destacaban que «en nuestro trabajo nunca le aseguramos a nadie que le vamos a curar». No obstante, pese a estas advertencias, reconocen que hay personas que se sienten defraudadas, una circunstancia que, a su juicio, ha podido ocurrir en este caso.