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Las monjas se marchan del asilo de Enguera tras 129 años

La falta de vocaciones obliga a las Hermanas Mercedarias a hacer las maletas de la Residencia San Rafael La localidad agradece la labor a la congregación con una calle y un acto de despedida

Las monjas se marchan del asilo de Enguera tras 129 años

La más joven tiene 70 años. La más mayor supera los 80. La ausencia de un recambio empuja a las Hermanas Mercedarias a hacer las maletas y abandonar la labor asistencial que de manera abnegada e ininterrumpida han prestado en la Residencia San Rafael de Enguera desde que la institución benéfica se fundó, allá por el siglo XIX. En junio de 2016 el antiguo asilo-hospital cumplirá 130 años de andadura, pero las religiosas no estarán para celebrarlo. Parten rumbo a Andalucía, donde la congregación está concentrando a las hermanas repartidas por España para afrontar la falta de vocaciones.

La avanzada edad y los problemas de salud que padecen algunas de las cinco monjas que todavía conviven con los residentes en Enguera han precipitado la marcha. La noticia ha sido acogida con tristeza entre la población, que hoy rendirá homenaje a las hermanas en agradecimiento a la dedicación mostrada desde que fueran llamadas a administrar la institución. La Junta de la Asociación que gestiona la residencia ha programado una batería de actos para despedir a las religiosas. Por la mañana se inaugurará la calle Paseo Hermanas Mercedarias. Por la tarde, habrá una misa de acción de gracias en los jardines del complejo. Está previsto que participen más de 400 personas.

«Es un palo muy grande», El presidente de la junta, Pedro Sanchiz, resume así sus sentimientos. «Aunque les hemos pedido que se quedaran y teníamos la esperanza de que pudieran quedarse más tiempo, no han podido evitarlo, muy a pesar nuestro y del pueblo», añade. Las Hermanas Mercedarias disponían no hace mucho cinco casas como ésta repartidas por Valencia. Ahora la de Enguera es la única que les queda en el territorio. Es irremediable. Sor Ana, Sor María, sor Natividad, sor Rosario y sor Francisca, la madre superiora, apuran sus últimos días en el centro. Las monjas también expresan su pena. No en vano, muestran especial afecto hacia una entidad en la que entraron de la mano del padre de la congregación, Juan N. Zegrí.

Un nuevo tiempo se abre

El cariño de los vecinos hacia la congregación es también patente. «Por aquí ha pasado todo el pueblo. La residencia está muy integrada en Enguera», explica Sanchiz, que lleva 23 años como presidente de la junta: «Nos han enseñado mucho. Han sido un ejemplo en la atención de los ancianos: la disposición y el cariño que han dado es algo por lo que le estamos muy agradecidos», atestigua. Ahora se abre un nuevo tiempo. «El carisma de las monjas es difícil de sustituir y se va a notar, pero vamos a seguir mejorando las instalaciones y el servicio para que la institución siga manteniendo la calidad», exponen desde la asociación.

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