Un ciudadano que deja que le invada la corrupción no es cristiano, ¡apesta!». Lo dijo el papa Francisco. Así de clarito respondía una periodista del Huffington Post a la pregunta de su titular informativo: «Votar a corruptos, ¿es pecado?». Curiosamente, algunas verdades se pueden extrapolar a la vista de lo que aconteció y escuchó el pasado miércoles en la sala Gomis de Ontinyent, donde la nómina de creyentes en el PP, el partido de la corrupción valenciana, afortunadamente sigue en línea decreciente.

Presidió esta lidia, que incomprensiblemente no se llamaba «vamos a contar mentiras», un presidente sustituto con delirios de revalidar la poltrona heredada, digo de Alberto Fabra. Pero nuevamente metió la pata en esta plaza, al proferir la infamia de mentar la soga en casa del ahorcado, como informaba esta edición: «es el momento de que Ontinyent pueda tener el hospital», anteponiendo la condicional chantajista de «ganando el PP vais a tener ese compromiso realizado». Algo semejante a lo que con antelación ya había apuntado el candidato Filiberto Tortosa, cuando enfatizó que era «el único partido que en el programa electoral a la C. V. lleva la construcción del hospital». Y, asombrosamente, tan indignante manifestación no fue ni pitada ni provocó ninguna desaprobación. Pese a quererle hacer al devoto y respetable comulgar con dichas ruedas de molino. ¿De verdad cree Tortosa que la mayoría de ontinyentins no recuerdan la afrenta de las inauguraciones de la maqueta del hospital, oficiadas por Camps? ¿Por qué no dijo Tortosa toda la verdad acerca de la millonada de euros que ahora los propietarios de los terrenos le reclaman al ayuntamiento, los mismos donde simuló ubicar el nuevo hospital, y que según dijo no le iban a costar un euro a la población? ¿Por qué Fabra no dijo cómo piensa financiar el quimérico hospital para Ontinyent? ¿Acaso piensa, para pagarlo, usar el modelo que Zaplana maniobró para construir Terra Mítica, mediante el cual les birló 5000 millones de pesetas, a los empresarios textiles de aquí?

Pinter a lo suyo. Como no podía ser de otra manera (muletilla Zaplana) el aún vigente alcalde de Aielo de Malferit, J. L. Juan Pinter del PP, en esta incierta campaña electoral que empapela el espacio público, sacando pecho como es innato en él, ha decidido dar la nota en estos días para no defraudar a los suyos. Primero, y anticipándose a la Rita, dejando vacía su silla en un debate electoral organizado por una televisión comarcal, para, a renglón seguido, lanzarle un reto a su contrincante político que ha sonado a duelo medieval.

Prudencia para J. Rodríguez. El candidato socialista, J. Rodríguez, aprovechando el «no hay entradas», con el que se saldaron la dos representaciones en el Echegaray del espectáculo musical Hoy no me puedo levantar, ha manifestado que ello «mostra que hem fet cultura per a tots els públics». Tan somero análisis puede terminar por descalificar a quién lo pronuncia. Porque ni todo lo que sube a un escenario es cultura, ni la creación o el arte escénico se pueden medir por el número de localidades vendidas, o por la duración de los aplausos del respetable. Si Rodríguez quiere reivindicar a Ontinyent «como capital de comarca y polo de atracción cultural» tendrá que arremangarse y buscar un equipo de asesoramiento de enjundia, y dejarse de voluntaristas experimentos.