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la ciudad de las damas

y ahora a gobernar

Ahora que ha pasado la precampaña electoral, la campaña, el día D e incluso la jornada de resaca, llega el momento de la política. De la buena política. Que no es la del reparto de sillones y silloncitos, sino la que sigue empeñada en transformar la ciudad para hacerla a la medida de sus vecinos y vecinas, para recuperar la Xàtiva bonita, cómoda, próspera y con futuro. La buena política es la que no guarda en el armario la pancarta, ni borra de su agenda los teléfonos de la gente que ya no le será útil, ni almacena los programas electorales en cajas polvorientas. Es la que no olvida que su objetivo no es meter a su gente en las instituciones, sino abrir las instituciones a la sociedad para que el buen gobierno sea el resultado de sabias decisiones colectivas.

Su primera tarea es lograr acuerdos que permitan sumar esfuerzos, talentos y capacidades. Y eso requiere que aparezcan los políticos de casta, en el mejor sentido de la palabra, que lo son porque dan lo mejor de sí mismos a la sociedad, con absoluta generosidad y sin exigir ninguna reciprocidad. En el momento de esa negociación en frío, sin luz ni taquígrafos, es cuando se demuestra si se tiene la talla humana y política necesaria para conseguir acuerdos basados en el bien común y no en aspiraciones personales. No es momento de aclamación de líderes y rendición de pleitesías, sino de llevar adelante las propuestas vendidas durante la campaña electoral. Y, afortunadamente, nadie puede hacerlo en solitario. Ni el más votado. Ni el más pintado. Si había alguna aspiración compartida en esta ciudad era la de romper con esas mayorías absolutas que convertían la democracia en una burla cruel.

Hay que hacerlo subiéndose todos al mismo barco, y es irrelevante que sólo uno pueda ocupar el camarote del capitán. Porque lo importante es acordar la ruta y garantizar la comodidad de los viajeros, de modo que la travesía tenga un final feliz para todos los pasajeros que financiaron ese viaje, voto a voto, esperanza tras esperanza. Por todos los medios hay que evitar que ese barco se hunda, y todo el pasaje se ahogue en su propia decepción. Sería un pecado mortal derrochar el capital de ilusión y entusiasmo que los ha llevado allí. Por eso no pueden olvidar que han llegado allí no para subir al podium y recoger el premio, sino para construir pasarelas por donde todos puedan llegar a meta.

Tan importante como los pactos entre partidos es el pacto ciudadano que hay que construir en estricto cumplimiento de las promesas realizadas. Un pacto que significa contar de igual a igual con quienes ocupan la calle y les han elegido a ellos para ocupar el Ayuntamiento de Xàtiva. Un pacto que implica humildad, sabiduría, respeto y sobre todo trabajo, mucho trabajo. Es urgente construir ese acuerdo con la ciudadanía, cuya voz acaba de hacerse oir, y que no tiene ninguna intención de permanecer callada durante los próximos cuatro años, lo que es un factor absolutamente necesario para la higiene democrática de este país.

Responsabilidad. Ponerse con lo anterior es la forma de evitar ese habitual ataque de amnesia postelectoral que hace olvidar los buenos propósitos, cuando los elegidos se encierran en el ayuntamiento y permanecen ajenos a las alegrías y penas de su pueblo. Gobernar a sus espaldas, como hicieron sus predecesores, es un funesto error, que no van a cometer Roger, Miquel y Cristina, que a día de hoy son los depositarios de una enorme confianza popular y una inmensa responsabilidad.

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