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la ciudad de las damas

EL BULLICIO Del GALLINERO

Uno de los mensajes envenenados que durante años la derecha ha enviado con la constancia y eficacia que la caracteriza, ha sido el descrédito de los gobiernos que no fueran monocolor. La receta ideal era la mayoría absoluta, tan absoluta que se asemejaba sospechosamente a los negros años de la dictadura. Esa mayoría permite, según ellos, tener gobiernos fuertes y estables, aunque para muchos otros, lo que permitía en realidad, era la imposición del aburrido y estéril pensamiento único. Quedaban excluidas esas tonterías participativas que predicaban los fracasados de la izquierda, porque a los próceres de la patria (sea lo que sea eso, como dice Millás) no les hace ninguna falta preguntar y mucho menos, compartir. Si les apuran mucho, hasta reniegan del veredicto electoral de la masa ignorante, sobre todo cuando los resultados les son negativos. Los gobiernos multicolor les merecían un juicio catastrófico, haciéndolos responsables de todos los males. Desde la epidemia de gripe, pasando por el mal tiempo o el ridículo en Eurovisión, todo podía ser consecuencia de esa antinatural forma de gobierno, que apretujaba a gente inexperta, carente de responsabilidad e incapaz de ponerse de acuerdo para llegar a buen puerto, en el camarote del capitán, espacio que por determinación cuasi divina sólo les pertenecía a ellos.

Mensaje que cala. Ese mensaje de la derecha ha ido calando, como otros muchos que son absolutamente letales para la ciudadanía porque aniquilan los valores que sustentan la convivencia democrática. Con su insistencia permanente han logrado hacer creer que los elementos distintivos de una democracia de calidad eran las votaciones unánimes, la falta de discusión, la escasez de ideas alternativas a las de líder/esa de turno. Y nada más lejos. A día de hoy la mayoría de la gente está de mayorías hasta el gorro. Una vivencia demasiado cercana y demasiada larga, ha demostrado por la vía de la experiencia dolorosa, que la pluralidad en el gobierno es deseable, como lo es el bullicio del gallinero al silencio de los cementerios. La diversidad de opiniones es un capital de riqueza que permite multiplicar los puntos de vista, diversificar las opciones y hace más difícil el error. La confrontación de ideas es un sano ejercicio que obliga a dar lo mejor que se tiene, que impide dormirse en los laureles, que impone la revisión constante de los proyectos para que sean los mejores. Por eso, tras la algarabía electoral toca ahora entenderse, en un proceso que necesita de generosidad y de humildad. Y humildad significa que cada cual asuma, sin exageraciones, los resultados recibidos. Las matemáticas son una ciencia exacta y ciertamente los números ponen a cada uno en su lugar. En Xàtiva, no hay grandes ganadores, ni grandes perdedores entre quienes han de conformar un gobierno de progreso para la ciudad, y es un paso en falso trampear con los resultados para entrar en el juego embustero de las apariencias. No hay necesidad de maquillaje, porque son más que suficientes para sentir orgullo y percibir el reconocimiento social del electorado.

Nos lo deben; lo han prometido y lo reclamaresmos. La generosidad es necesaria para traer a esta ciudad desengañada e incrédula la esperanza en una forma nueva de hacer política. El movimiento se demuestra andando, dicen, y si el cambio fue el término más recurrente durante la campaña electoral, ahora es el momento de demostrarlo. Cambio en las formas, en el talante, en los gestos, en el mensaje. Hay que improvisar unas nuevas relaciones que vayan más allá de la competencia partidista, de la soberbia sectaria. No hay modelos que imitar, ni referentes conocidos. Sólo hay que poner en el centro a las personas y trabajar conjuntamente para ellas. Se lo merecen y nos lo han prometido.

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