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Sol y sombra

Apariencias que engañan

Apariencias que engañan

a crisis de representación política no ha dejado de agravarse desde hace dos décadas. Ahora es ya una caricatura de lo imposible. Por no decir de lo grotesco. Un circo. Vean, por ejemplo, el caso de Grecia; Tsipras convoca a su pueblo a un referéndum, se compromete con una idea, convence a sus partidarios de que es la mejor, para después traicionarla y depurar a los que se han mantenido fieles a ella.

Hay algo estrambótico y surrealista en todo esto. Hasta el punto que casi nada es lo que parece y las apariencias engañan. Ejemplos: el PSOE con cinco concejales y el peor resultado de su historia gobierna en Oviedo, mientras que el partido que obtuvo once ediles y 18.000 votos más está en la oposición. Uxue Barkos, abertzale, reconoce que gobierna en una región, Navarra, donde el nacionalismo es minoritario. Sin embargo, ello no le ha impedido poner a una ex proetarra al mando de la Policía Foral. La última vuelta de tuerca independentista de Mas convoca una elección plebiscitaria (?) bajo el señuelo de un Parlament apartidista (?) en Cataluña, recurriendo a activistas sociales, neocomunistas y republicanos para no perder la comba del populismo, tan de actualidad.

En este circo, los políticos aparecen como espectros iluminados por las llamas, igual que si se tratara de performers a punto de arder en la hoguera. Se convierten en payasos y víctimas del relato que manejan. Todo consiste, como escribió Chistian Salmon en La ceremonia caníbal, en explotar el cuadro mágico de la comunicación: inventarse una historia con que constituir la identidad narrativa del candidato en consonancia con el colectivo; incluirla en el tempo, gestionando los ritmos; enmarcar el mensaje ideológico y el debate a base de metáforas rentables, y crear su red en internet, dentro de un ambiente híbrido y contagioso susceptible de captar la atención y estructurar la audiencia.

Intentando, a la vez, la cuadratura del círculo.

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