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fruto de la experiencia

quella mañana, el joven asesor matrimonial había recordado su cita con una pareja a la que trataba desde hacía unos meses, así que se vistió deprisa y fue directo al trabajo. No quería pensarlo, de nada le servía recordar todo aquello, pero sabía que sería inevitable mientras continuara atendiendo las visitas de aquel matrimonio. El alcoholismo de John y la interminable depresión de Claire, no solo necesitaban de una ayuda profesional que las erradicara sino que su matrimonio, también la necesitaba. El señor y la señora Warhol le esperaban en la sala. —Disculpen el retraso, adelante! Los invitó a entrar. La pareja venía a proponerle una solución para superar sus problemas. —Un hijo! Dijeron. El joven asesor, después de asumir lo sucedido les dijo que no era una buena idea, que todo aquello que quería crearse debía fomentarse bajo una sólida base que pudiera garantizar su éxito. Éste, puso como ejemplo la situación económica del país argumentando que, un país no podía ser levantado hasta que sus bases no fueran sanas y firmes, es decir, el país no podía sobrevivir sin eliminar lo que lo estaba hundiendo. La mujer asintió, pero el hombre, en contra del joven le reprochó: ¡Cómo se atreve un chico de tu edad a decirle a un hombre hecho y derecho como yo, si estoy o no capacitado para tener un hijo! Exclamó el hombre ofendido por el consejo. El joven le contestó: —A veces no son los años los que marcan nuestra experiencia sino nuestra experiencia la que marca nuestros años. Sean muchos o pocos, son su intensidad la que nos llena de un conocimiento más amplio del mundo. Señores Warhol, la vida enseña más por su intensidad que por su duración. Creédme, sé lo que me digo. Contestó el joven que unos años antes había sido el fruto del ejemplo anterior. Al ver los rostros de incertidumbre que su consejo había causado en aquel matrimonio, el joven prosiguió, justificando brevemente, el motivo que lo había llevado a regalarles aquella reflexión. —Veréis, cuando era un niño vivía con mis padres hasta que un día, por causas que desconozco, al salir del colegio era una desconocida la que me esperaba en la puerta. Le pregunté qué había sucedido con aquel hombre que se pasaba horas delante del televisor con aquella interminable botella en su mano derecha y aquella mujer que tanto me gritaba por cualquier cosa que hiciera, pero ella no supo responderme, simplemente se dedicó a llevarme a aquel lugar. Aquel orfanato fue mi casa hasta la mayoría de edad, después estuve solo, aunque nunca noté la diferencia ni llamé a aquello hogar, pues yo señores Warhol, ya había nacido sin él...

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