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La procesión del nuevo tiempo

La Vall d'Albaida, en este nuevo tiempo político que empezó a emerger el 24 M, comienza a ser referente de las políticas renovadoras valencianas. Ahora ha sido el ayuntamiento de Valencia el que, al igual que hizo el gobierno de Ontinyent (PSPV-Compromís) hace un par de años, al tomar la decisión de no autorizar circos con animales, o la opción que baraja la conselleria de aplicar la recogida de la basura domiciliaria casa por casa, como se viene realizando en Ontinyent. Finalmente, en los pasados días, y ante el inicio de las fiestas patronales de Quatretonda, era el grupo municipal de Compromís el que no se andaba con tapujos y hacía un pronunciamiento acorde con las necesidades derivadas de acometer nuevas políticas. Informaban acerca del «acuerdo tomado en el seno de la formación de no participar, como a representantes públicos, en los actos religiosos», que se celebren en la población. Estas tres muestras sintonizan con las eruditas manifestaciones que realizaba el sociólogo Manuel Castells en el Magazine de este diario el pasado fin de semana, donde aludía a que «hay una especie de regla histórica que se cumple: los cambios político-institucionales comienzan a escala local».

Sin duda, el tema, a priori, de mayor alcance social sea el religioso. En ese sentido, Compromís empieza a abanderar un movimiento que, al estar cargado de razones, tiene que ir a más. Y es que en esta segunda transición en la que nos hemos sumido, desprovista del peligro de golpe de estado, evocando la susodicha entrevista a M. Castells vemos que advierte acerca de que «las instituciones actuales no tienen legitimidad, y esto, en las sociedades democráticas no puede durar mucho tiempo». Castells también advierte sobre la existencia de una «contradicción» entre la sociedad global y ese refugiarse ante los cambios vertiginosos en sus identidades. En ese sentido, la habilidad y pericia de los políticos de la Vall serán claves a la hora de limar asperezas y dejar atrás tradiciones obsoletas. Algunos de Compromís así lo han entendido y saben que su credibilidad ante las nuevas generaciones del smartphone comienza por romper con esa imagen del nacionalcatolicismo de Franco o la democracia que se fraguó en una temerosa transición.

Y es que romper con el tabú del nacionalcatolicismo se ha convertido en una asignatura pendiente de aprobar por los demócratas de esta suerte de segunda transición. En Valencia, su alcalde, Joan Ribó, otra vez Compromís, ya ha anunciado para los actos del 9 d'Octubre su desvinculación ceremonial en el interior de la catedral. No hay que olvidar que en las procesiones festivas sigue imperando el modelo que se curtió durante la dictadura franquista. Y tampoco que el nacionalcatolicismo «es la denominación con la que se conoce una de las señas de identidad ideológica del franquismo», lo que conlleva a una perpleja contradicción de los que han venido siendo elegidos representantes democráticos, empezando por su no praxis constitucional. La cual proclama la «a confesionalidad» del Estado, pero a día de hoy los únicos en la Vall que son coherentes en este aspecto de la Carta Magna son los de Compromís. Los demás siguen consintiendo con la herencia del régimen dictatorial. Amén.

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