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El Teler que no teje la sociedad

El Centro Comercial El Teler de Ontinyent inició su actividad el 30 de noviembre de 2005. Su inauguración llegó preñada de muchas esperanzas. Su ubicación y los horizontes que abría ante sí no podían ser mejores. Ontinyent vislumbraba que, por fin, iba a salir de su letargo histórico, como centro comercial comarcal. Pero llegados aquí, a las puertas de celebrar su décimo aniversario, se puede decir con propiedad que, en El Teler, no se puede tomar ni un café.

¿Qué significa esa rareza?, simplemente que el céntrico y singular edificio que debía albergar la vida comercial, social o de ocio local y por extensión comarcal, no está cumpliendo, ni de lejos, las expectativas depositadas en él por muchos ciudadanos.

Las causas que se pueden apuntar para que tan ilusionante proyecto, a día de hoy, siga sin levantar el vuelo son numerosas y prolijas. En primer lugar, las diferentes gerencias del centro comercial nunca han rayado a la altura y ambición que requería la batuta que empuñaban. Después, los propietarios de El Teler tampoco han sintonizado con el tejido social de su ámbito de radiación. Ni los oriundos fundadores que abandonaron el barco a los 4 meses de inaugurarlo, seducidos por el canto de sirena (económico) del grupo inversor J. P. Morgan, ni menos estos americanos, con centro de decisión en Londres, que lo pilotan desde entonces. Pese a que en los dos pasados años hubo intentos de comprar El Teler a cargo de un fondo inversor buitre de origen chino, que pretendió hincarle el diente a precio de chatarra, el asunto finalmente no llegó a buen puerto. Sus lejanos propietarios evidencian que la inversión ontinyentina se la refanfinfla.

Dos muestras suculentas que revelan el desinterés de los propietarios actuales, han tenido como protagonistas a una academia de enseñanza, que con un censo superior a los 500 alumnos, vio como les ponían unas condiciones económicas leoninas, lo que abortó un movimiento de centenares de personas diarias en dicho centro. Después, ante una oferta colaboracionista del gobierno municipal acerca de un número de plazas del parking, exigieron el oro y el moro. Por lo que, tanto en un caso como en el otro se quedaron sin nada.

Del anuncio que hace El Teler, «con su ubicación privilegiada, su diseño moderno y su concepto innovador, reúne todas las características para ser el centro neurálgico de toda la Vall d'Albaida. Tiene una superficie construida de 44.000 m2, y una superficie bruta alquilable de 16.000 m2», a lo que hay en realidad, dista un buen trecho. Ya que si «El Teler nació con el objetivo de ser el lugar de encuentro y diversión de los ciudadanos de la zona», la oferta comercial ha ido languideciendo desde su raquítica muestra inicial, de 28 comercios a la mitad, y la restauración y el ocio que se ubicaron en la 3ª planta ahora ya lleva unos años cerrada, y los multicines, tras el cambio de empresa adjudicataria, de Yelmo a Cineapolis, sobrevive con más pena que gloria.

Lo más asombroso e indignante es que, por las torpezas de gestión, se impide que este centro deje de acoger comercios que oferten la laboriosidad y productos textiles de la zona, o los agro-alimentarios, pero también marcas comerciales seductoras como Zara o Mango. En resumen, una necesidad frustrada.

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