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Biblioteca de familias

La Escuela de don josé Garí Fabregat

La escuela del maestro Garí se abrió en la calle del Ángel de Xàtiva, en el edificio donde hoy se sitúa la policía nacional. Primero Casa de la Misericordia, luego colegio, más tarde centro médico, y hoy comisaría. Un interesante edificio del maltrecho casco antiguo setabense que presta servicio público a la ciudad desde hace más de dos centurias. Hoy nos centraremos en la escuela de don José, un maestro del finales del siglo XIX, en los tiempos aquellos en que los docentes pasaban hambre y grandes penurias, y en el que su pobreza se veía recompensada por el prestigio que tenían al ser capaces de transmitir el bien más preciado, el de enseñar a leer y escribir, a una sociedad en su mayoría analfabeta.

José fue el tercero de seis hermanos. Nacido hacia 1836, vivió la época de las desamortizaciones y la abolición de los gremios. Así su padre, ilustre zapatero de la calle Corretgeria, donde curtía botas y sillas de montar para las élites setabenses, tuvo que diversificar los oficios entre sus hijos. Dejó de ser maestro zapatero, para convertirse en un artesano-comerciante más del calzado, en competencia con los antiguos compañeros de oficio. Cedió el negocio a sus hijos, Rafael y Ángel, que abrieron una talabartería en la calle Colom, mientras Jaime se iba a la plaza Trinitat para fundar una carpintería y almacén de maderas, y al que Xàtiva recientemente le ha concedido el título de ilustre por ser considerado como el autor material de la primera falla de la ciudad alzada ante su serrería.

Así, mientras sus hermanos continuaron la tradición artesanal en un mundo ya de libre comercio, José se dedicó a estudiar. Pasó en muchísimas familias valencianas, transitar hacia las profesiones liberales, una vez fue derogado por ley el corporativismo gremial y sus privilegios de repartirse el mercado de las manufacturas. Muerta la tradición de los maestros de oficio, los hijos de la aristocracia obrera pasaban de trabajar con las manos a prestar servicio trabajando con la mente, como: médicos, ingenieros, abogados, sacerdotes y maestros, la última profesión del escalafón intelectual, y por supuesto la peor remunerada. Documentamos los inicios de José Garí como maestro en Xàtiva, en agosto de 1860, al localizar el contrato que formalizó con el ayuntamiento para el desempeño de sus tareas docentes «expediente instruido para dar a D.José Garí y Fabregat la posesión del cargo de maestro de escuela elemental del primer distrito de esta ciudad que le ha sido conferido en propiedad». Parece ser que obtuvo la plaza en julio de 1860, después de aprobar una pequeña oposición y aceptar una condicionante harto curiosa. De los 5.500 reales anuales asignados como su salario, debería pagar 120 reales mensuales a la viuda de su anterior antecesor, D.José Pérez.

Pero parece ser que la viuda no estaba de acuerdo con la pensión percibida y exigió que se incrementase en 150 reales, y se le permitiese vivir en la casa del maestro. La viuda no tenía descendencia pero alegaba que necesitaba el aumento porque tenía que ayudar a sostener a la familia de su hija que era casi ciega, y cuyo marido, a causa de unas dolencias cardíacas, ganaba muy pocos jornales en su oficio de carpintero. El caso es que la Junta provincial de instrucción pública dictaminó en contra de las exigencias de la viuda, y para evitar males mayores, el padre de José, Ramón Garí Lacosta, decidió acudir al notario Luis Gadea, para formalizar el contrato según las condiciones estipuladas en principio —José al ser menor de 25 años no podía legalmente firmar nada, quedando bajo la tutela paterna—.

Don José ubicaría allí su residencia, en su taller de instrucción primaria, y casaría también con una prima, también hija de zapatero, y perpetuaría el apellido, con seis hijos más que sepamos, los Garí Lapeña. Del pasado gremial de sus ancestros le quedaba la endogamia, las bodas se realizaban entre iguales, en el sentido económico del término, y la tendencia a ser prolíficos respondía a que los progenitores no deseaban ser una carga para los hijos, cuando sus achaques le impidiesen seguir instruyendo niños. No quería que le pasase como a la viuda de su antecesor, con la que casi había estado a punto de compartir habitación en Ángel, 7.

En 1877, diecisiete años más tarde, solicitó un aumento de sueldo en atención al largo tiempo que venía ejerciendo como docente en Xàtiva, y a que sus alumnos habían superado con éxito los exámenes realizados por la Junta Local de Instrucción. Encontramos posteriormente otra solicitud en la que don José pedía al ayuntamiento una certificación «por haber prestado gratuitamente tan importante y utilísimo servicio—el de la alfabetización— a favor de la clase obrera pobre de esta ciudad», en los locales del Círculo Católico. Lo solicitó hacia 1896, cuando ya llevaba la friolera de treinta y seis años de maestro en Xàtiva—tal vez lo hiciese para que quedase constancia en su hoja de servicios de cara a una pronta jubilación que nunca llegó. Murió con una tiza entre las manos, en aquellos tiempos en que la seguridad social, aún no existía, y mientras a su hermano Jaime se le otorga la condición de ilustre, a él se le relega al olvido, a pesar a que el edificio actual de la policía nacional quedó bautizado por muchos años como el de las escuelas Garí, incluso cuando fue clausurado como escuela en el año de 1928, muchos tiempo después de la muerte del maestro.

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