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«Con la música se recupera esa conciencia de que la realidad puede cambiar»

«Con la música se recupera esa conciencia de que la realidad puede cambiar»

Hijo de Rodolfo Serrano, su historia empezó hace casi dos décadas en los cafés madrileños, donde se forjó una nueva horda de soñadores inconformistas que buscaban, con sus letras como armamento, hacer mella en la sociedad. Ismael Serrano llega a Ontinyent sin deshacer las maletas, directo desde su gira latinoamericana, para presentar su último disco: La llamada. Y lo hace con la publicación, todavía caliente, de su primer libro de poemas.

¿Es usted un poeta que se hizo cantautor, o un cantautor que se hizo poeta?

El cantautor intenta darle un vuelo poético a sus canciones. Se parapeta detrás de la guitarra para encontrar esa poesía en lo cotidiano que no siempre somos capaces de ver. El ejercicio es el mismo. Me gustaría pensar que todo cantautor es también un poeta.

Latinoamérica, Ontinyent, y después Caracas. ¿Se encuentra Ismael Serrano más joven que nunca para esto de la música?

El paso de tiempo a mí me da mucho vértigo, y compongo para combatir la fugacidad, pero creo que es saludable que eso suceda. Con el tiempo va desapareciendo esa arrogancia propia de la juventud y uno se va despojando de una cierta solemnidad, lo que permite ser más natural a la hora de componer. Me siento joven en el sentido de apasionado, pero el tiempo ha pasado y eso se nota.

¿Creía, cuando empezó con la reivindicación en aquellos cafés, que llegaría a obtener el reconocimiento que atesora hoy?

La vigencia, en esto de la música, es lo más difícil. Se vive en la precariedad constante en ese sentido, y uno no sabe lo que va a pasar. Soy un privilegiado porque tengo la oportunidad de vivir de algo que me apasiona. Soy consciente de lo difícil que es, y siempre lo he sido.

En La llamada se mezclan muchos estilos de música. ¿Somos conscientes de la gran variedad musical que existe?

A veces lo que sucede es que recibimos tal caudal de información que nos pasa por encima y no somos capaces de interiorizarla.

Todo es fugaz. Usado como efecto de consumo, de usar y tirar, por lo que estamos perdiendo capacidad de análisis crítico. Ocurre que, cada vez más, se impone una estética musical de escapismo y se rehúye de la reflexión y de la conciencia social. Esa diversidad es algo positivo y debe ser buscada.

Sus temas son un canto al amor y a las desigualdades sociales. ¿Qué ha aprendido?

Me he desecho de prejuicios. A veces uno se instala en el lamento, y a pesar de que siempre he tratado de abrir ventanas a la esperanza en cada canción, en ocasiones uno se pone excesivamente solemne e intenso. He ganado en grados de libertad, y creo que no hay un disco rupturista en toda mi carrera. Se trata de una evolución absolutamente tranquila.

Papá cuéntame otra vez, habla de que «ya nadie canta Al vent», pero todo el teatro de Xàtiva y Raimon lo hicieron la semana pasada. ¿Cree que la sociedad está cambiando?

La ciudadanía, en estos tiempos de efervescencia política, se está mirando a sí misma como hacía tiempo que no ocurría. Está asumiendo la iniciativa. Si bien a veces da la sensación de no cambiar nada, en la gente joven hay nuevos liderazgos, nuevos partidos y un sentimiento de estar alerta con respecto a lo que ocurre.

¿Qué no ha cambiado a lo largo de estas dos décadas?

Sigue habiendo un cierto déficit democrático en el sentido de que las decisiones no se toman en respuesta al interés general, sino en función de intereses particulares muy concretos, como si la soberanía se le hubiera arrebatado a la ciudadanía en detrimento de los intereses corporativos y de las oligarquías. Eso aún no ha cambiado, pero está en proceso.

Siguiendo con su tema estrella, estos días no «queda lejos Saint-Dennis». Ismael, ¿qué está pasando en el mundo?

Está pasando que la comunidad internacional es incapaz de dar una respuesta clara a los conflictos entre los pueblos. Se responde a la violencia con más violencia y se entra en una espiral absurda y terrible. El fanatismo religioso ha sido utilizado como instrumento político cuando ha convenido y a veces se les ha ido de las manos. Son viejos errores repetidos. Cuando veo lo que ha ocurrido en París pienso mi hija, en el futuro que les estamos otorgando a los pequeños. Una locura de presente.

Antes morían en Bosnia y Vietnam. Ahora es en Siria. ¿Sirven canciones como las suyas para abrir los ojos a la gente?

Cuanto menos para entender que no se está solo en el cuestionamiento de lo que pasa. Uno de los mensajes que nos intentan imponer es que poco podemos hacer para cambiar la realidad, como si el futuro no dependiera de nosotros, pero la música te ayuda a recuperar esa conciencia.

«La vida fue un ensayo hasta ahora». ¿Qué depara el futuro?

El mundo en que nos movemos es muy frágil, y no sabemos dónde estaremos mañana. Pero todavía me quedan muchas cosas por aprender y muchos viajes por hacer. Me queda editar mis mejores discos y escribir mis primeras canciones. Me gustaría pensar que me queda todo por hacer. Me parece un reto apasionante.

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