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Biblioteca de familias

José Cantador, ejemplo de reconciliación nacional

Hace algunos meses el ayuntamiento quiso homenajear la figura del último alcalde de la República, Jovino Fernández, fusilado en Paterna allá por los años 40. Hoy evocamos el recuerdo de otro gran socialista, compañero de luchas sindicales, ugetista, migrante, secretario del Ayuntamiento de Xàtiva, y también ejecutado un mes más tarde que Jovino. La escasa memoria histórica que nos queda sigue preguntándose qué hicieron estas personas para ser exterminados de forma tan miserable. Con ayuda de Rafa y Pedro, orgullosos descendientes de aquel patriarca de los Cantador en tierras setabenses, y la de los historiadores Francisco Moreno y Germán Ramírez, vamos a trazar el perfil biográfico de un personaje, que merece ver restaurada su dignidad.

José Cantador Huertos nació en Villanueva de Córdoba nada más comenzar el siglo XX. Un pueblo agrícola y ganadero, de inmensos latifundios donde se crían cerdos, toros, se varean olivos, y se desbrozan montes. Una tierra de señoritos y jornaleros, que vivían eternamente enfrentados por una reforma agraria que nunca llegaba para paliar desigualdades. José fue un jornalero más pero con carisma, inteligencia y arrestos suficientes para liderar el sindicato de la UGT local, y enfrentarse a los señoritos absentistas. Sus demandas fueron contratos de trabajo, salarios y jornada mínima, seguros de desempleo, entre otras muchas cosas, hoy normales, pero que entonces sonaban a comunismo. La proclamación de la República fue su esperanza y la aplicación de su legislación laboral y los decretos de reforma agraria de su texto constitucional, su lucha.

Pero la República viró a la derecha, ganó la coalición radicalcedista, perdieron los socialistas, y con ello se paralizaron las reformas, y las luchas de Cantador. Maldito ante una patronal ultraconservadora, decidió emigrar y cambiar de profesión, por si acaso. Se colocó como secretario del ayuntamiento de la Carlota, primero, y luego decidió ir más lejos, a Xàtiva, allá por enero de 1934. Pero no lo hizo a la aventura, sino para ocupar un cargo en el Banesto. Llegó con su amada esposa, Isabel, y tres hijos, y se domicilió curiosamente en la calle Reina, por entonces Pablo Iglesias. El fundador del PSOE, junto a Besteiro, fueron sus referentes a seguir, y base de su lucha. Buscó la unidad sindical con la CNT, por entonces el sindicato mayoritario en Xàtiva. Para, sin violencias, conseguir del capitalismo salvaje un rostro más humano, que diera derechos al pueblo trabajador.

Pero llegó en momentos difíciles, los cenetistas se enfrentaban ya a tiros con la patronal, y José Medina Maravall se veía obligado a incrementar las fuerzas de la Guardia Civil para mantener la paz. A pesar de ello, Xàtiva más urbana, no sufría una fractura social tan acusada como la de Villanueva de Córdoba. Aquí Cantador conoció al líder sindical de la UGT, Jovino Fernández, el que era capaz de ser amigo de un patrón de derechas y exalcalde de Xàtiva, al que le solía decir «yo, con usted, don José, voy a cualquier parte menos a misa». José llevaba el sindicalismo en la sangre, y enseguida se significó políticamente junto a su amigo Jovino para hacer campaña desde los sindicatos a favor del Frente Popular, y devolver a la República por el camino de las reformas económicas y sociales. Lo consiguieron aliándose a la burguesía azañista de Vicente Parra, el nuevo alcalde. Y llegó el golpe de estado.

Se inició la guerra, y llegó el caos a Xàtiva, hasta que los desvelos de Jovino y Cantador consiguieron frenar la violencia desatada contra la iglesia y la patronal. Xàtiva quedó convertida en ciudad de retaguardia, que enviaba soldados al frente, entre ellos a jóvenes reclutas. Algunos llegaron hasta Villanueva de Córdoba, uno de los últimos frentes de defensa de la República, y Cantador llamaba a sus familiares para que acogiesen a los soldados setabenses. Organizó en Xàtiva hospitales de sangre, el racionamiento, la acogida de refugiados, las bibliotecas populares, el descanso de los milicianos, y arengó a la resistencia sin tregua.

Su nueva significación política la pagó con su vida. Antes de morir dejó carta escrita, en la que denunciaba que lo mataban las delaciones fruto de la perversidad humana. Le decía a Isabel que huyera al pueblo, y que buscara justicia no venganza. La sociedad civil setabense quedó horrorizada ante tan injusto atropello. Gregorio Molina llamó a la desconsolada viuda para que volviera, Salvador Sanchis le cedió gratuitamente una casa, la Beneficencia auxilió a sus tres huérfanos, y posteriormente se veló para que los hijos de Cantador tuviesen trabajo en Xàtiva. Los Cantador sin perder jamás sus raíces, se integraron para siempre en la capital de la Costera, en el mundo de la justicia, el sindicalismo y las finanzas. La política oficial del olvido ejercida durante la Transición quedó hecha añicos, al descubrir que hay muchas familias en España que pueden servir de ejemplo de reconciliación nacional, y proyectar así un futuro mejor, asumiendo y superando el pasado, sin olvidarlo jamás.

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