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La pandemia de la corrupción

La eclosión de la «corruPPción» valenciana se definía y sintetizaba la semana pasada en la Operación Taula, otra afrenta pública que se sumaba a la extensa lista del Caso Gürtel, Caso Emarsa, Caso Nóos, Caso Brugal, Caso Cooperación o el Caso Imelsa. Un mal que como precisaba Salvador Enguix en La Vanguardia, «la corrupción ha sido al PP valenciano lo que una pandemia a una determinada geografía humana». El nuevo gobierno de la Generalitat (PSPV, Compromís y Podemos) ha hecho bandera del término opuesto a la corrupción, la transparencia. Ahora es inaplazable que la apliquen.

Conviene detenerse en los efectos colaterales vistos y sufridos desde la comarca valldalbaidina, cuyos detrimentos, provocados por dichos casos de orden delictivo, han sido vastos y han dañado servicios básicos. Hemos estado gobernados por gente falta de virtud, entendida esta como «la búsqueda de la verdad y de la razón». Las causas donde los gobernantes del PP valenciano han encontrado su caldo de cultivo pueden ser: La carencia de una conciencia social, la falta de educación o de una cultura del compromiso, la irrupción de personalidades antisociales y la impunidad efectiva en actos de corrupción.

Los efectos de la corrupción son inequívocamente económicos. Mientras muchos colegios de la comarca veían como sus necesidades eran cubiertas con parche, llamados barracones, —o en otros casos, como el IES L'Estació de Ontinyent, ni se contemplaban— asistíamos asombrados al despilfarro de la Fórmula 1, entre otros. Y en el mejor de los casos, cuando se construía un nuevo colegio a cargo de la empresa pública Ciegsa, con Máximo Caturla al frente, solo en sobrecostes se dilapidaban hasta 1.000 millones de euros. Mientras que el nuevo hospital de Ontinyent, entre maquetas y mofas al personal, los gobernantes del PP fueron dejando pasar los años sin poner una piedra. En Ontinyent no se trata ya de disponer de nuevas instalaciones hospitalarias, sino que las que se dispone están menguadas de plantillas médicas. Para ser atendido en el centro de especialidades, la mar de las veces pueden pasar varios meses antes de ser atendido. Eso, si el paciente resiste y logra llegar vivo a la consulta.

Y es que más allá de los efectos de la actual crisis económica, los efectos de la corrupción valenciana del PP resultan devastadores. Es demostrable que el PP, desde los tiempos de Zaplana, urdió una gran tela de araña comunicacional para sus falacias, con colaboradores necesarios erigidos en una infectante tropa de periodistas. Y aunque ahora ya no disponen de Canal 9 para manipular, siguen contando con plumas escoradas. Para ello se aplican, desde todas las tribunas a su alcance, a desviar la atención, ¿Será grave lo ocurrido en Valencia con Rus y toda su pirámide de corrupción?, pues va y uno de los periodistas de cabecera de los autores de la corrupción valenciana, ontinyentí para más señas, en un semanario de Ontinyent, directamente o maquillado de «hermano lobo», dirige los aullidos de la corrupción hacia catalanes y andaluces, y se queda tan pancho. Para mayor escarnio para la izquierda local, desde el gobierno ontinyentí se está alimentando este huevo de serpiente. Ignorando con ello una impagable advertencia de Xavier Ribera en Levante EMV, «Quienes actúan en clave progresista no han de bajar la guardia».

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