Las asociaciones Acció Ecologista-Agró y Bosc Viu protagonizaron ayer, junto a algunos vecinos de Navalón, una acción de protesta contra las talas «abusivas» de pinos en el monte público de Enguera, aprovechando la celebración en Segorbe del II Congreso Forestal de la Comunidad Valenciana. Los colectivos ecologistas denuncian los «daños inaceptables» y los «graves impactos medioambientales» que están causando los trabajos y emplazan de nuevo a la Conselleria de Medio Ambiente a la paralización del proyecto de explotación de biomasa forestal, adjudicado en 2014 a una UTE de empresas que está autorizada a extraer 8.000 toneladas anuales de madera de una extensión de 14.000 hectáreas de la sierra enguerina hasta 2030.

Acció-Agró y la plataforma Bosc Viu señalan que el plan de ordenación de la biomasa podría tener su sentido y justificación «si se actuara sólo en unas cuantas parcelas para crear un mosaico que alternara zonas de mayor protección con otras áreas de usos diversificados». Sin embargo, a juicio de los conservacionistas, la ejecución del proyecto «resulta completamente desmesurado» por sus dimensiones.

La Plataforma Forestal Valenciana y la Asociación de Municipios Forestales (Amufor), organizadores del Congreso Forestal de ayer, defienden que las actuaciones sirven para prevenir incendios forestales y para mejorar las formaciones vegetales y ayudar a su regeneración. Los ecologistas, sin embargo, inciden en que «la finalidad principal es la extracción productiva de biomasa y ésta condiciona el tipo de actuaciones y las formas de realizar los trabajos». Los activistas denuncian que la empresa concesionaria del plan «incumple las condiciones de los contratos» porque «está dañando la vegetación arbustiva, aumentando el riesgo de erosión trabajando en zonas de mucha pendiente y no respetando la extracción preferente de árboles torcidos o debilitados». Las asociaciones sospechan que están fallando los mecanismos de control público sobre los trabajos. El pesaje de los pinos se realiza en el Puerto de Sagunto, sin control sobre si las cantidades de árboles cortados son las correctas o no y, desde allí, la astilla viaja hasta Italia, lo que elimina el supuesto ahorro energético.