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Matisos discordants

carlos sarthou: sentimientos encontrados en una época difícil

specialmente interesante fue, en el reciente VII Memorial Víctimes del Bombardeig de Xàtiva 1939 organizado por Ulleye, la ponencia sobre la actuación de Carlos Sarthou en la guerra y la postguerra. El actual cronista oficial de la ciudad de Xàtiva, Agustí Ventura, fue desgranando algunos datos, a través de numerosas publicaciones, escritos y algunos testimonios orales sobre la figura de su homólogo antecesor, que permitieron a los asistentes acercarse un poco a la polifacética biografía de este erudito de Vila-real que llegó a Xàtiva durante su viaje de bodas y quedó seducido de tal manera que fijó aquí su residencia hasta su muerte, en 1971.

La relación con Xàtiva de este profesional del derecho que se asentó como secretario judicial en 1920 en la ciudad, gran aficionado a la fotografía y que fue capaz de revalorizar el abandonado, ingente y valioso archivo histórico de Xàtiva, que difundió en sus Datos para la historia de Játiva (1933-1940) merecerían una amplia investigación y tal vez un ciclo de conferencias temático para descubrir en profundidad todos los diversos matices culturales y sociales de la persona y del personaje ilustre.

Le tocó a Sarthou vivir tiempos difíciles. En el ámbito personal sufrió la tragedia familiar de la pérdida de una hija en el incendio del cine La Luz de Vila-real, en el que murieron 69 personas. Y después, pese a ese espíritu inquieto que le caracterizaba y la vitalidad que le llevó a escribir decenas de publicaciones, la mayoría de ellas llevando el nombre de Xàtiva a los principales círculos ilustrados de la época, los nubarrones de una época negra y convulsa se precipitaron sobre él y su actividad. Como contaba el actual cronista de la ciudad, no debió ser fácil plantarse delante del Comité para defender el valioso patrimonio histórico-artístico religioso —pese a que no parece que fuera un fervoroso fiel— que tanto había glosado en sus publicaciones. Ni adentrarse en la Colegiata aquel 27 de julio de 1936, con las llamas todavía encendidas, y en el interior del monumento escuchar el agrio debate entre los partidarios de darle un culatazo o los de respetarlo por su reputación de hombre culto y sabio forjada en la ciudad.

Habría de hacer de tripas corazón, y actuar profesionalmente como secretario judicial de Xàtiva, personándose en aquella carnicería en que se convirtió la estación de ferrocarril el 12 de febrero de 1939, ya casi acabada la guerra. Son episodios en los que hay que leer entre líneas, y muy detenidamente, para tratar de extraer algún sentimiento encontrado del autor, que los narra en primera persona, pero muy condicionado por la presión a la que, además, estuvo sometido por las nuevas autoridades en un ambiente hostil y de denuncia envidiosa, muchas veces interesada y cobarde, hacía todo aquel que había desempeñado una actividad pública durante los años inmediatamente anteriores a la guerra.

Una figura a rescatar. Se suele criticar a Sarthou por el tono de sus crónicas tras la guerra, sin detenerse a pensar en todo lo que había hecho y conseguido antes, sin ponerse en la piel de un personaje público, con todo el sufrimiento y la barbarie que contempló, que cuando parecía que todo había acabado se le reproducía la exigencia por el otro bando de tener que demostrar, con riesgo cierto de denuncia, todo lo que tuvo que demostrar años antes ante otros. «¿Qué hubiéramos hecho casi todos en su lugar?», se preguntaba el ponente?

Sería enriquecedor para la ciudad estudiar más en profundidad su vida y obra, y difundirla más allá del nombre de una calle, un título de hijo adoptivo y un lugar en un mediocre, anodino y gris panteón nuevo de personajes ilustres de Xàtiva. Y también preguntarnos por qué personas válidas venidas de fuera (Bruschetti, Sarthou, Molina?) hicieron bastante más por la ciudad que los autóctonos y siguen hoy expuestos a la crítica gratuita de los setabenses.

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