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Cartas desde el desierto

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Inmersos, como estamos, en pleno proceso de elaboración de un santoral laico, mucho nos tememos que la nómina de nuevos santos acabará resultando como la de la Iglesia Católica, que ni son todos los que están, ni están todos los que son. Acabaremos descubriendo que con las once mil vírgenes ocurre como con los maulets setabenses, que no llegaban a once. Que en Sodoma sí había algún justo, aunque Yavé decidió ignorar el hecho tras una rápida «consulta popular». Como entre las víctimas del bombardeo de la estación setabense, todas «republicanas» y de «izquierdas» por definición. Cambiaremos cortesanas por Reyes Magos. Y en vez del libro de Job, que nadie ha leído, subirán a los altares los Fueros valencianos, también inéditos. Los Fueros, un corpus jurídico-legislativo que data, en su mayor parte, de los siglos XIII y XIV, en el siglo XVII ya estaban completamente anticuados. Ningún jurista con dos dedos de frente se refería a ellos en los años mil seiscientos. No contemplaban la realidad del momento.

En el aspecto institucional, es buena prueba de la decadencia el hecho de que las cortes valencianas, que debían reunirse cada tres años, grosso modo, sólo lo hicieron dos veces en todo el siglo, y que el conde-duque de Olivares mangoneó a sus anchas en una de esas convocatorias. Si apelamos al uso del valenciano propiciado en teoría por los fueros, la obsolescencia todavía es más evidente. En 1609 vino a Valencia Lope de Vega y los «intelectuales» lugareños, en realidad diletantes de poca monta, rivalizaron en lamerle el culo, dando un triste espectáculo como, por otra parte, nos tienen acostumbrados sus colegas de todas las épocas. Por entonces nadie escribía en valenciano y, de hecho, la obra cumbre del momento es el excelso Tractat del pet, de Francesc Mulet, un cura cochino y con poco quehacer. Los Fueros ya solo se aplicaban en la provisión de cargos políticos, pero sus disposiciones eran tan equívocas que daban lugar a continuos pleitos por las competencias de cada funcionario. Efectivamente, los Fueros, el año 1600 ya estaban pasados de moda. La mejor forma de respetarlos es estudiarlos y dejarlos al margen de la política partidista. Sin embargo, el año 2016 los volverá a poner en vigencia un tipo de mentalidad poco práctica e interesada. Si ello ocurriese, yo me pido una plaza de noble feudal. Ser de la plebe era muy jodido.

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