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la ciudad de las damas

Salgamos a la calle

Anticipando las Fallas, se repite año tras año esa celebración —feminista hasta los tuétanos, aunque algunos no lo sepan— que es el 8 de Marzo. Día Internacional de las Mujeres. Un evento de potentes connotaciones reivindicativas hábilmente mezcladas con un punto festivo y comercial, que siempre hay alguien dispuesto a aprovechar. Sin embargo, como toda celebración de carácter anual, que se repite inexorablemente, puede resultar algo rutinaria y previsible, corriendo el riesgo de convertirse en otra estación de ese vía crucis de días de celebración por el que transitamos todo el año, con más o menos alegría. Para evitarlo hay un remedio fácil. Sólo hay que mirar a las niñas que nos rodean. A las criaturas que todavía han de ser llevadas en brazos, tan indefensas y vulnerables, tan perfectas como frágiles. A las pequeñajas, dicharacheras, listas y curiosonas, de faldas cortas y piernas regordetas. A las adolescentes de melena al viento y pantalones ceñidos, dispuestas a comerse un mundo, que ven de color de rosa.

Ellas son las mujeres del mañana y tienen toda una vida por recorrer, llena de decisiones y de descubrimientos que a veces son amargos y, en ocasiones, amables. Acaban de empezar el camino, y a diferencia de sus abuelas e incluso de sus madres, van a poder elegir. Tienen que poder hacerlo. Elegir su proyecto vital, su lugar en el mundo. Decidir sobre su imagen, su cuerpo, sobre su sexualidad; sobre relaciones sentimentales y afectivas que quieren desarrollar. Tomar decisiones, desde la responsabilidad, pero siempre desde la libertad, sin coacciones ni condiciones, tácitas o explícitas. Deben tener derecho a la mejor formación, útil para obtener una ocupación laboral digna. A cobrar por su trabajo un salario justo. A ser valoradas por lo que son y lo que ofrecen a la sociedad, sin que ésta les haga trampas con la maternidad, ni las utilice como mano de obra gratis y esclava. A llegar lo más lejos que puedan y quieran, desarrollando todo su talento como imprescindible aportación al progreso social. Y que así les sea reconocido.

El 8 de Marzo, es fundamentalmente un día de celebración festiva que no exalta a las mujeres de plástico, a las pluscuamperfectas, a las santas y mártires, sino que reclama el derecho a ser dirigente sin ser marimandona, a ser atrevida sin ser marimacho, a ser extrovertida sin ser charlatana. El 8 de Marzo es el día de las mujeres, de pisar fuerte, de cantar alto, de gritar claro. Es el día donde las mujeres se miran unas y otras y se reconocen como aliadas en una lucha de siglos ante un enemigo feroz, el patriarcado, que ha intentado robarles el futuro y la dignidad. Es el día en el que se informa a una sociedad, a veces demasiado anestesiada, que las mujeres que hasta aquí hemos llegado a base de sangre, sudor y lágrimas, no vamos a volver a dejarnos encerrar en la cocina, a menos que tengamos aficiones pasteleras. Por eso Xateba —Asociación por la Igualdad y contra la Violencia de Género— ha organizado para este próximo sábado una iniciativa festiva —un paréntesis entre tanta gravedad— para lanzar al mundo el desafío de las mujeres que saben que tienen corazón, piernas y cerebro para llegar allí donde ellas quieran llegar. El Comboi Violeta, que así se llama la iniciativa, saldrá a las 12 horas de la Ferroviaria con una misión transgresora y civilizada: pintar Xàtiva en violeta, el color de las mujeres, para que el día 8, el Día Internacional de las Mujeres no quede ninguna duda del futuro esperanzador por el que tanta personas luchan todos los días del año.

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