Caras largas el domingo tras conocer el resultado del partido ante el Espanyol B. Otra desilusión, una más esta temporada. ¿Baño de realidad?, tal vez. El presidente, sabio, me dice que cuando un equipo pierde por 4-0 algo ha hecho mal, y habrá que corregirlo, pero que lo mejor que nos puede pasar es que todavía dependemos de nosotros mismos. Pero, claro, a continuación dice que hay que ganar «tres de los próximos cuatro partidos». ¡Ahí es nada! Estamos en el límite del precipicio y lo tenemos que asumir.

Me dijo también el presidente que el primer gol cambió los planes, cambió el paso de lo trabajado durante la semana, cambiaron las condiciones. Puede sonar a justificación, pero en el fondo no lo es, porque, que a un equipo en posición de descenso le marquen un gol en los primeros cinco minutos entra dentro de la lógica, lo que es menos lógico es facilitar una falta a esa distancia sabiendo nuestras condiciones.

No queda otra que seguir intentándolo. El calendario ha querido que de nuevo el partido ante l'Hospitalet sea decisivo para ambos. Mal fario. Todavía recuerdo las lágrimas en el vestuario cuando en su campo no se consiguió la promoción. Se lloraba por no clasificarse para una promoción de ascenso. Ahora podemos llorar por todavía acercarnos más al precipicio del descenso.

Siempre hay que ver las cosas por su lado positivo. Jugamos después de la cremà lo que significa que habremos quemado lo malo y que esperamos la primavera, renacer, sumar puntos. Y jugamos en Domingo de Ramos, otra señal que nos invita al optimismo. Y vuelven a San Julián y Vaquero (tal vez esto sea lo que de verdad marque el partido y no eso de las fallas o las palmas). Nos vemos en la Murta.