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a posteriori

así no hay manera

o merece Raúl Garrido ser —si Dios no lo remedia— el responsable de la herencia de un equipo mal concebido y peor estructurado; plagado de futbolistas de la tercera edad, futbolísticamente hablando, que pese a su buena voluntad no dan de sí lo suficiente para capear el temporal de cada quince días en la Murta. Ante un Hércules muy superior, el Olímpic puso al descubierto sus carencias, incapaz de plantar cara a uno de los candidatos a disputar la fase de ascenso, haciéndonos temer que de no darse el milagro de vencer el próximo domingo al Atlético Levante dirigido por Antonio Aparicio —un entrenador con una trayectoria envidiable y unos conocimientos muy superiores a la categoría en la que milita, obligado por su carrera— el descenso puede estar cantado a pesar de que los resultados de esta semana favorecen a nuestro equipo.

Es penoso ver como los jugadores del Olímpic, salvo algunas excepciones, intentan aportar al juego lo que no tienen: técnica individual con las que es más fácil conseguir un juego colectivo más apropiado al que ofrecen habitualmente. Extinta la muralla defensiva setabense, debido a lesiones y bajas consentidas, el equipo se ha encogido y ha dejado de mostrar la firmeza de antaño, de ahí su vulnerabilidad. La segunda línea carece de capacidad creativa y los cuatro delanteros centro que figuran en plantilla todos calcados, igual de torpes e inoperantes ante el gol, tropiezan con el balón cuando tratan de conducirlo, no se elevan del suelo para disputar la pelota por arriba y jamás salen de un regate con la limpieza que les permita presentarse con ventaja ante situaciones de remate. 32 jornadas y 7 goles repartidos entre 4 son todo el bagaje de una de las peores delanteras que le recordamos al Olímpic.

El Olímpic consciente de su inferioridad técnica, cedió terreno desde el inicio costándole mucho acercarse con peligro al área visitante. Y el rival, con campo por delante, maniobraba a su antojo poniendo en evidencia a los nuestros que sólo en contadas ocasiones crearon situaciones de peligro.

Los cambios no aportaron nada digno de mención y la grandeza que los nuevos directivos pretenden alcanzar nos parece una utopía porque en futbol si el equipo no funciona lo demás llega a ser superfluo. Lo único bueno: la taquilla, debido a los altos precios y también por la gran asistencia de aficionados alicantinos.

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