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Biblioteca de familias

benefactor tudela

Agustí Ventura se pregunta en su obra dedicada al análisis del nomenclátor de Xàtiva si la calle Benefactor Tudela viene referida al por dos veces alcalde de la ciudad, José Tudela Fuster. Un tramo menor de la Xàtiva del ensanche, cercana a la de País Valencià, y que curiosamente fue rotulada, tal vez en tiempos de Franco, en homenaje al personaje que sufragó de su bolsillo un órgano para la Colegiata de Santa María. Llegado el mes de abril, tiempo de conmemoraciones republicanas, es un buen momento para comentar mitos y reduccionismos históricos que responden a traumas del pasado no superado, y a asociar siempre a la República con partidos de izquierda y anticlericalismo. Tracemos, por tanto, un pequeño perfil biográfico aún en proceso de construcción en nuestra Biblioteca de Familias, de un carpintero que llegó a ser empresario de maderas, y primer alcalde de la Segunda República Española.

Fue bautizado en su querida Seo un 22 de agosto de 1869. Nació en la calle de la Corretgeria pero no provenía de las élites, sino del pueblo trabajador. Su padre fue Francisco, un humilde albañil, y su madre Bárbara, ama de casa. Fue el segundo de cuatro hermanos, y aprendió desde bien joven el oficio de carpintero. Con dieciocho años ya era todo un experto en su oficio. Y aquí apelamos a la memoria histórica, ya que sabemos que casó y tuvo descendencia pero no conocemos nada al respecto. Ahora nos gustaría destacar su pasado político y económico en relación a la ciudad de Xàtiva. Hacia los años veinte, lo hallamos convertido en un rico empresario, con cuyo dinero y el de Francisco Rubio se sufragó el local y el periódico del Demócrata, principal órgano difusor de las ideas del Círculo Liberal Demócrata situado en la calle Moncada. No muy lejos, en la Bajada de la Estación, abrió su fábrica de manufacturas de madera, especializada en la confección de cajones para la naranja. Hacia 1925, ya con unos 56 años, es un empresario de prestigio, que ha sido alcalde de Xàtiva a inicios de la Dictadura de Primo de Rivera, por un escaso margen de tiempo. Sustituye por el partido liberal, al conservador de José Romero Soldevila.

Descontento con el régimen dictatorial, es un hombre abierto al diálogo, y contrario al caciquismo, las corruptelas y el eterno bipartidismo encabezado por el hiperliderazgo de Soldevila y Riu, y con los alcaldes nombrados a dedo. Decide romper con el pasado, y refunda hacia 1930 el partido, que toma las siglas de Derecha Liberal Republicana junto, entre otros, a Carlos Villena, Emilio Barberá o Antonio Diego. Busca formar parte de la candidatura por el cambio que sustituya el modelo de estado y dote al país de una nueva constitución que rompa con los vicios del pasado, y para ello no tuvo ningún problema en acercarse al partido socialista, por la sencilla razón de que él fue durante muchos años un humilde trabajador, y eso le hace ser respetado por las grandes centrales sindicales setabenses del momento.

Se proclamó la República, y fue elegido alcalde por la coalición republicano socialista, a pesar de su filiación liberal y católica. Paseó la bandera de la República junto a Patrocinio Camús, en representación de la Juventud Republicana. Pero hubo otras dos mujeres, cuyo nombre desconocemos, que también portaron banderas, una tricolor símbolo del nuevo estado, y otra roja en representación de la Internacional socialista. También dimitió pronto, a los pocos meses. Le sustituyó José Medina Maravall. Motivos de salud y edad le llevan tal vez a renunciar. Aquello no significó una vejez feliz sino todo lo contrario. La guerra le amargó sus últimos días. Primero el saqueo e incendio de la Colegiata en julio de 1936, y luego el bombardeo de la estación de Xàtiva, que le destrozó su preciado aserradero y almacén de maderas de importación, que tal vez le llegasen por vía férrea. Aún se pudo dar por afortunado, porque de los cuatro alcaldes de la Segunda República, dos —José Medina y Jovino Fernández— fueron ejecutados, y uno, Vicente Parra, sufrió un exilio forzado de un cuarto de siglo. Él, a pesar de todo, reconstruyó su empresa, y al final de sus días tuvo la generosidad de participar en la reconstrucción del daño causado a la basílica de Santa María. Así sufragó, según nos cuenta Joan Ignaci Pérez, en su estudio de los avatares del patrimonio de la Seu, un gran órgano tubular valorado en 354.000 pesetas, todos los ahorros de una vida, que sirven para demostrar que a pesar del odio y rencor desatado, siempre hubo personas dispuestas a tender puentes, y a no dejarse llevar por la venganza.

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