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la ciudad de las damas

ORGULLO REPUBLICANo

Para muchas personas la II República, proclamada tal día como hoy hace 85 años, no es más que un período de nuestra historia que como otros, les resulta ajeno y poco interesante. Quienes cursaron estudios a la antigua usanza, allá en la prehistoria educativa, tal vez no tengan como referencia más que unas líneas que aparecían en los libros de Historia de España, después de Alfonso XIII y antes del Generalísimo. Peor lo tiene la gente joven porque dependiendo de planes de estudio y de la voluntad del profesorado, quizás se lo hayan saltado y por ello sean completamente ignorantes de una parte relevante de nuestro pasado, necesaria para entender nuestro presente. Y sin embargo, es un período histórico, merecedor de tantos fervores como rencores, como manifestación de una feroz pugna ideológica en la que algunos pretenden hacer encajar la realidad, aunque sea a puñetazos, allí donde mejor conviene, para poder justificar decisiones injustificables.

Pero la realidad es tozuda y acaba imponiéndose sin admitir distorsiones ni manipulaciones porque la historia, sin ser una ciencia exacta, posee los suficientes recursos y herramientas para construir un relato exacto y objetivo claramente distinguible de posteriores interpretaciones interesadas. Por eso, pese a quien pese, es un hecho constatado que la II República fue un regalo que la ciudadanía se hizo a sí misma, consiguiendo que un país desnutrido, analfabeto y sufriente firmara la defunción de un régimen agotado y agotador. Enfrentando la férrea resistencia de cierta parte minoritaria de la población que nunca aceptó la pérdida de sus privilegios, ni el avance imparable de la igualdad social y política que amenazaba de muerte su poderío ancestral.

Para las mujeres significó la obtención de la categoría de ciudadanas de pleno derecho. Y no se trata de una frase hecha porque estaban sometidas a unas leyes que hoy nos parecen surrealistas ya que equiparaban sus derechos a los de las esclavas de una plantación negrera. El 44 % de la población femenina en 1930 era analfabeta. En cinco de los seis millones de familias existentes, las mujeres sólo desempeñaban tareas domésticas. Las mujeres no trabajaban entre otras cosas, porque no podían hacerlo: la conciliación era un chiste y los derechos laborales una tragedia. La violencia machista ni siquiera tenía nombre, aunque sí víctimas.

Con la República una puerta se abrió de repente y las mujeres entraron en tromba, para escapar de la religión, la maternidad y la cocina, las tres K del nazismo (Kinder, Küche y Kirche) de obligada práctica femenina desde la férrea imposición y la absoluta exclusividad, que es la manera de quitarles toda la gracia. Al otro lado se encontraron con un régimen, que sin ser perfecto ni mucho menos, empezó a hacer realidad lo que siempre les había sido negado: el derecho al voto, al divorcio y a la patria potestad, el acceso de las mujeres a los cargos públicos, la supresión del delito de adulterio, la reducción del analfabetismo femenino?

Esa es la verdad. La verdad de la buena. Ese es el relato indiscutible de una parte de la historia de este país frente a la que, para variar, es posible sentir orgullo. A pesar de quienes patrocinan versiones mentirosas y pretenden, ya no enterrar, sino incinerar la necesaria memoria histórica. No hay que consentir que esta batalla por la verdad, engrose el paquete de las derrotas sufridas y para ello son convenientes programaciones como la que ha preparado el Ayuntamiento de Xàtiva. Porque hay que lograr que para la inmensa mayoría de la sociedad, la II República española sea algo más que un epígrafe del libro de historia.

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