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Entre el bou y raimon

Mira por dónde, la salida del día a día en el gobierno ontinyentí de Rebeca Torró, en su ascenso a las alturas de la Generalitat, va a animar y atraer las miradas de la ciudadanía hacia el consistorio, que con la mayoría absoluta de los de Jorge Rodríguez estaba hecho una balsa de aceite. Porque de momento la oposición, entre famélica y descafeinada, ni está ni se la espera. Para colmo, la única voz que podía despertar del bostezo al gobierno, Joan Gilabert, se fue y su sustituta parece estar aún calentando banquillo o, como la semana pasada, saliendo a la palestra para sembrar más dudas que certezas. Ya que en el asunto del aparcamiento de la Policía Local no lo tocaba con partitura, desafinando en la interpretación.

Las expectativas de trabajo del remodelado gobierno son una incógnita, dado que, se supone, Jorge Rodríguez seguirá omnipresente en las fotos, empuñando la batuta en las ocasiones importantes y poco más, ya que el resto del tiempo pondrá el ojo y lo demás en sus responsabilidades en el cap i casal.

Sin embargo, todo el peso va a recaer en el tridente Sanchis, Peris, Úbeda. El regidor Joan Sanchis previsiblemente seguirá en la sombra, haciendo un papel relevante en la maquinaria municipal, que se verá acentuado tras la marcha de Torró. Pero quienes van a tener que superar retos van a ser dos nombres emergentes en el socialismo ontinyentí, nuevos en el consistorio desde mayo del año pasado. Por una parte, Jaime Peris, que es quién mayores responsabilidades asume. Y por otra, en el área económica, Juan Pablo Úbeda. Junto a los dos liberados anteriores, cobran un pequeño ascenso, a media jornada, en retos y responsabilidades los ediles Sayo Gandía y Óscar Borrell.

Bou ¿En corda o sense? La segunda parte está servida, digo la del bou. No sabemos si esta será la segunda y última o, como diría un personaje de García Márquez, ¿Qué carajo pinta en primavera el bou embolat por las calles de Ontinyent? Mientras, en poblaciones como Pedreguer lo han suprimido o, entre la indiferencia, Xàtiva se prepara para celebrar una consulta. En Ontinyent, el ayuntamiento se lava las manos a lo Pilatos. Lo que es aprovechado por una aguerrida tropa de boueros, que presiona al gobierno y enfatiza en servirnos un revenido caldo de toro que por mucho que se esmeren nunca alcanzará el sabor de la tradición purisimera del bou. ¿Alguien imagina el resultado de dos o cuatro san fermines al año?, pues eso.

Raimon, reconocimiento definitivo. Previsiblemente, la última hornada de políticos ontinyentins, la que actualmente copa el poder municipal, la encontraremos este sábado 23 en las primeras filas de Echegaray. Por detrás andarán políticos de la comarca actuales, pero sobre todo ya retirados de la lucha, asimismo gentes de la cultura o gente de la calle, conscientes que acudirán a rendirle merecido homenaje a Raimon, quién sabe si por última vez en Ontinyent. Un tributo a quién desde la cançó se atrevió a enarbolar canciones emblemáticas para la instauración del sistema democrático. Esa será, además del desagravio, una buena forma de redimirse el gobierno local, tras la inexcusable complicidad de esa misma tarde, al colaborar con la fiesta postiza y descontextualizada.

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