Complicado lo va a tener el nuevo gobierno que salga de las urnas, si finalmente se repiten las elecciones, que es lo más probable que ocurra, tras el fracaso de la clase política para formar gobierno, con las nuevas exigencias de Bruselas para cumplir el déficit y con unas previsiones económicas para 2016 y 2017 menores de lo previsto. Los datos de paro también empeoran.

La herencia socialista se va a quedar en paños menores comparado con la que se avecina. Sin embargo, ante este panorama que se vislumbra hay temerarios como el mesiánico Pablo Iglesias, que quieren aumentar el gasto público en 96.000 millones de euros. Dos dudas que me suscita la medida: Cómo piensan aumentar los ingresos y cómo piensan cumplir con el objetivo de déficit que exige Bruselas.

La primera medida es, obviamente, subiendo impuestos a los más ricos y ampliando los tramos en el IRPF de forma progresiva, pero ni aún así conseguirían los 10.000 millones adicionales que precisan para equilibrar las cuentas. La previsión es captar 12.000 millones de euros de fraude fiscal, lo cual queda muy bien decirlo, el problema es cómo conseguir que aflore ese dinero, si no se dota de más medios a la Agencia Tributaria y a los jueces.

La segunda es renegociando la deuda y flexibilizando el calendario. Seguramente el señor Iglesias tiene más poder de convicción que sus colegas anteriores y convencerá a la canciller Angela Merkel y al resto de la Troika, como ha hecho su colega Alexis Tsipras, para que sean benevolentes con nosotros y nos perdonen parte de la deuda o mejor aún: que nos exoneren de todos nuestros pecados.