La historia de la familia Borja ha sido una gran fuente de inspiración literaria y cinematográfica. La ilustre familia valenciana centra 5.000 libros „una cuarta parte de ficción y el 75 % volúmenes de historia„, 60 películas y 20 telefilms y series de televisión. La profesora de la Universitat de València Josepa Cortés detalló la presencia de La família Borja al cinema en la cinematografía, en la ponencia posterior a la inauguración del I Congrés Xàtiva: Història, Cultura i Identitat. Els Borja en l'Art, ayer por la mañana.

La primera película sobre los Borja, danesa, apareció en 1908, casi en los orígenes de la cinematografía, en cine mudo. Un cine que encontró en el personaje de Lucrecia de Borja un auténtico filón. La hija de Alejandro VI (Rodrigo Borja) fue el personaje de la ilustre familia valenciana que más películas acaparó del cine mudo, según expuso la profesora. El cine europeo fue el que primero se lanzó a retratar a los Borja, sumándose después las producciones norteamericanas y posteriormente las de América Latina.

Las producciones cinematográficas han propagando la imagen preconcebida de familia «maldita», arrastrando los tópicos impuestos a la familia de Alejandro VI y Calixto III. Una imagen que asentaron, según expuso Josepa Cortés, el escritor y dramaturgo francés Victor Hugo con la obra de teatro Lucrecia Borgia, estrenada en 1833, y la ópera del mismo nombre de Donizetti. Estas dos obras ofrecieron una visión romántica de los Borja y las producciones cinematográficas del siglo XX engrandecieron esa leyenda negra que ha envuelto a la familia valenciana con dos papas. «La industria cinematográfica no hace películas para contribuir a la verdad histórica, sino que son fruto de un estricto cálculo comercial», afirmó Cortés, quien expuso que el cine ha mostrado una visión de erotismo, satanismo y corrupción de la familia. La profesora concluyó que el cine, igual que la literatura, ha contribuido a «magnificar la dimensión universal de los Borja» y «ha fijado una determinada imagen». Cortés finalizó su intervención afirmando que «desde las obras de Pinturicchio hasta el manga japonés, los Borja están más vivos que nunca».

Una de las ideas expuestas por Josepa Cortés también fue la de que, aunque la leyenda negra alcanza a toda la familia, Lucrecia Borja soporta mayores connotaciones negativas y machistas.

La leyenda negra en Lucrecia

Sobre este asunto ahondó el escritor y periodista Marc Gomar, quien puso de manifiesto que la hija del papa Alejandro VI sufrió doblemente la leyenda negra, por ser Borja y por ser mujer. Lucrecia Borja lo tenía todo para triunfar como femme fatale en el siglo XIX, como así ocurrió. Por ello, Marc Gomar señala que «padeció doblemente la leyenda negra: por ser Borja y por ser mujer, lo que la convierte en un personaje incómodo a pesar de sus cualidades como gobernante o su cultura y formación».

Todo ello se plasma en las representaciones pictóricas que Gomar analizó ayer en la comunicación Lucrècia Borja, més enllà dels pinzells, en la que señaló las enormes diferencias entre los supuestos retratos contemporáneos y los del XIX. Los primeros transmiten una serie de valores positivos que concuerdan con los testimonios de quienes la conocieron. Las identificaciones de la hija de Alejandro VI con la diosa Flora, la mártir romana del siglo VI antes de Cristo „a quien debe su nombre„ o con Santa Catalina o Santa Bárbara en los Apartamentos Borja del Vaticano destacan su fidelidad conyugal, el pudor, la elocuencia o la cultura; sus virtudes y su belleza.

Tres siglos después, tras resucitarlo las obras de Hugo, Donizetti, Dumas, Swiburne y otros creadores decimonónicos atraídos por la Italia del Renacimiento, a lo que se suma el interés por los crímenes sensacionalistas y los venenos, asociados siempre a las mujeres con medios y conocimientos para preparar dosis y antídotos, Lucrecia Borja les encajará a la perfección gracias a la leyenda negra familiar «en la que hasta entonces tenía un papel instrumental y de la que entrará a formar parte por méritos propios».

Gomar señala que «devorada per la ficción, Lucrecia pasa a los cuadros con el veneno y la perfidia como atributos, sin perder nunca la belleza» y analiza cómo aunque en los últimos siglos se recuperan algunas caracterizaciones del XVI, perdura la libidinosidad y no se recupera la cultura o la elocuencia como sería el caso de la obra Lucrecia de Antonio de Felipe que se presentó en 2010 en Gandia con motivo del Any Borja.

«Lo significativo, en todo caso, es la capacidad de adaptación del personaje. Lucrecia Borja servía para el XVI, para el XIX y podría encarnar en la actualidad la lucha de les mujeres por conseguir la igualdad en los ámbitos de decisión, pero la herencia de la ficción es una carga muy pesada para atreverse a reivindicarla como ejemplo o dedicarle una semana de la mujer», concluyó Gomar.